Esta colección de ensayos, discursos y cartas expone, como anuncia el traductor David Sánchez Usanos en su introducción, “una fenomenología de la escritura: la presentación, o descomposición”de la experiencia del escritor William Faulkner (Misisipi, 1897-1962) y su idea de la literatura “una fuerza, que nunca se puede dominar por completo”. Además, los ciento doce textos contenidos en esta edición, caracterizados por la diversidad formal, temática y estilística, alumbran su juicio sobre distintas cuestiones, como la cultura del éxito, la función de la crítica, la privacidad del escritor, el conflicto racial en Estados Unidos o el comunismo, con una factura desigual pero con el inequívoco sello Faulkner, tan inconfundible como en su obra narrativa.
Algunos son pequeñas obras maestras, como el discurso que ofreció con motivo de la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1950, en el que da un tirón de orejas a los jóvenes narradores por olvidar que lo único que merece “la agonía y el sudor” que comporta escribir son “los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo”. No las glándulas, sino el corazón. No la lujuria, sino el amor u otras viejas verdades universales, como el honor, la piedad, el orgullo, la compasión, el sacrificio o la esperanza que son, según Faulkner, lo único que puede generar buena escritura.
El oficio literario
También destacan sus reflexiones sobre el oficio literario y la necesidad de conciliar la grandeza de los sueños de perfección que inspiran el trabajo del escritor -“cada vez que escribía la última palabra pensaba: si pudiera rehacerlo, lo haría mejor, quizá incluso bien”- con “la humildad respecto a su competencia para llegar allí”, sus métodos y destreza. En este sentido, resulta apasionante leer cómo disecciona su propia obra y reconoce, por ejemplo, que tras escribir la primera versión de Santuario –“deliberadamente concebido para hacer dinero”- y ver las galeradas lo juzgo “terrible”, así que decidió reescribirlo “intentando hacer de él algo que no avergonzase demasiado a El ruido y la furia y Mientras agonizo”. O ahondar en sus preferencias literarias, que configuran una magnífica guía de lectura: El guardián entre el centeno, de Salinger; El viejo y el mar, de Hemingway…
Sin embargo, esta colección incluye también textos claramente menores, incluso domésticos, pero nunca anodinos porque todos iluminan la figura del escritor sureño. Por ejemplo, un breve anuncio clasificado que Faulkner publicó en el Memphis Commercial Appeal en 1936, a su regreso a casa tras una temporada escribiendo guiones en Hollywood, en el que advertía que no asumiría ninguna deuda o factura contraída por su mujer, quien había malgastado más de mil dólares en su ausencia. O las cuatro líneas que escribe en 1938 al presidente de la Liga de Escritores Americanos para “dejar constancia pública de que me opongo irrevocablemente a Franco y al fascismo, a todas las violaciones del gobierno legal y a los ultrajes contra el pueblo de la España Republicana”.
La primera edición de Ensayos y discursos, inédita en España, se publicó en 1966. Casi cincuenta años después sigue siendo una obra imprescindible para entender mejor a ese genio llamado Faulkner en su doble condición, de hombre y artista.
El oficio literario
También destacan sus reflexiones sobre el oficio literario y la necesidad de conciliar la grandeza de los sueños de perfección que inspiran el trabajo del escritor -“cada vez que escribía la última palabra pensaba: si pudiera rehacerlo, lo haría mejor, quizá incluso bien”- con “la humildad respecto a su competencia para llegar allí”, sus métodos y destreza. En este sentido, resulta apasionante leer cómo disecciona su propia obra y reconoce, por ejemplo, que tras escribir la primera versión de Santuario –“deliberadamente concebido para hacer dinero”- y ver las galeradas lo juzgo “terrible”, así que decidió reescribirlo “intentando hacer de él algo que no avergonzase demasiado a El ruido y la furia y Mientras agonizo”. O ahondar en sus preferencias literarias, que configuran una magnífica guía de lectura: El guardián entre el centeno, de Salinger; El viejo y el mar, de Hemingway…
Sin embargo, esta colección incluye también textos claramente menores, incluso domésticos, pero nunca anodinos porque todos iluminan la figura del escritor sureño. Por ejemplo, un breve anuncio clasificado que Faulkner publicó en el Memphis Commercial Appeal en 1936, a su regreso a casa tras una temporada escribiendo guiones en Hollywood, en el que advertía que no asumiría ninguna deuda o factura contraída por su mujer, quien había malgastado más de mil dólares en su ausencia. O las cuatro líneas que escribe en 1938 al presidente de la Liga de Escritores Americanos para “dejar constancia pública de que me opongo irrevocablemente a Franco y al fascismo, a todas las violaciones del gobierno legal y a los ultrajes contra el pueblo de la España Republicana”.
La primera edición de Ensayos y discursos, inédita en España, se publicó en 1966. Casi cincuenta años después sigue siendo una obra imprescindible para entender mejor a ese genio llamado Faulkner en su doble condición, de hombre y artista.
1 comentarios:
!Cuánta razón ha de caber en esas páginas!
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