miércoles, 29 de abril de 2015

Marta Sanz: “Los fantasmas nunca son sobrenaturales”


Marta Sanz (Madrid, 1967) ha recibido numerosos premios por su obra, que comprende novela, relato y poesía. En 2006 quedó finalista del premio Nadal con Susana y los viejos. En 2013 su novela Daniela Astor y la caja negra (Anagrama) obtuvo los premios Tigre Juan, Cálamo-Otra mirada y Estado Crítico a la mejor novela de 2013. Ahora, en 666, nos ofrece un Exorcismo contra el terror que, según dice, siempre “está en la materia y no en lo sobrenatural”.

¿Qué hay detrás de su relato, titulado Exorcismo?
La sospecha de que las cosas se vuelvan extrañas por efecto de la percepción sensible de la realidad. De que el terror está en la materia y no en lo sobrenatural. La realidad se vuelve siniestra cuando la atraviesa el hambre, la enfermedad, el paro y las alienaciones. Quitarnos esos demonios del cuerpo pasaría por iniciar una revolución en lo colectivo que afectara la moral individual de cada ser humano. 

¿Hay conjuro posible para sacarse al demonio de la enfermedad, la vejez y la culpa del cuerpo?
Para curarse de la enfermedad y de la vejez no hay conjuro posible más allá de aspirar generosamente a no amargarles la vida a los demás. Para curarse la culpa, sí, para eso hay conjuros que tienen que ver con la reformulación del sentido de la responsabilidad, y de los conceptos de egoísmo y de una fraternidad laica, no confesional. Para curarse la culpa puede ser muy estimulante la literatura: la visión transgresora que propician ciertos proyectos literarios y muy concretamente el género de terror como parábola política.

Su relato cuenta cómo el diablo se instala entre un padre nonagenario y su hija. Cuando tenemos el infierno en casa, ¿solo nos queda el Orfidal?
O la eutanasia como acto de compasión hacia el otro o hacia uno mismo. 

Asociamos el mal a “las guerras y los brokers y los hackers y los lakers y los crackers”, pero los demonios de Exorcismo son familiares e íntimos, no sobrenaturales. ¿Estamos condenados?
En efecto, los fantasmas nunca son sobrenaturales: no tienes más que acordarte de la institutriz de Otra vuelta de tuerca o de esa película terrorífica titulada Requiemen la que el entorno fanático en el que se ha criado una mujer la lleva al convencimiento de que está endemoniada. Lo más estremecedor es que la película está basada en un hecho real acaecido en Alemania en los años setenta. En cuanto al carácter íntimo de los demonios, no creo que se pueda separar el yo del nosotros y, en ese sentido, compartimos los fantasmas porque compartimos las carencias, los tabúes, las obsesiones colectivamente. Las represiones individuales, el miedo o la frustración cristalizan entre cuatro paredes y cada uno las vive con una impronta específica, pero no surgen por generación espontánea: tienen que ver con el aquí y con el ahora, con lo común más que con lo singular.

¿Por qué sus obras siempre están llenas de objetos cortantes, como la tijeritas, sacacorchos, cuchillos, cactus y agujas de Exorcismo? ¿Por qué pinchan tanto?
Supongo que porque me interesa la sangre, lo interior, el cuerpo como corteza que esconde lo obsceno y lo líquido, lo informe, lo que no se puede mostrar y nunca es etéreo sino lacerantemente material, cárnico… A veces siento que mi escritura es un poco baiconiana. En todo caso, para romper la cáscara del cuerpo hacen falta filos.

Articula su relato en tres partes: Un dolorcillo inexplicable, Papá y Por encima de tu hombro. Y numera cada párrafo: 6 la primera parte, 23 la segunda y 6 la tercera. 6-23-6. ¿Se trata de alguna referencia bíblica?
Pues no lo había pensado, pero supongo que los números casi siempre tienen ese efecto mágico: como casi nunca los entendemos, creemos que por debajo esconden mensajes cifrados o referencias ocultas. El oxímoron entre la física y metafísica, la ciencia y la poesía, la música y la religión, el universo que abre la fantasía pitagórica, el misticismo y la numerología forman parte de nuestro imaginario y, por lo que veo funcionan en el texto para sugerir mensajes que en este caso la escritora no había previsto. ¡Bien por la lectora!

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