Traducción de Luis Morillo Fort
RBA. Barcelona, 2011
336 páginas. 20 euros
Dashiell Hammett (St. Mary’s County, 1894-Nueva York, 1961) es, junto con Raymond Chandler, padre fundador de la novela negra y máximo exponente del subgénero hard-boiled, en el que los detectives de salón dejan paso a tipos duros de pelar como Sam Spade, protagonista de todas las obras reunidas en este volumen, publicado con motivo del 50 aniversario de la muerte de Hammett. Se trata de El halcón maltés, una de las novelas hitos del género negro, y tres relatos, menos logrados: Demasiados han vivido, Solo pueden colgarte una vez y Un tal Samuel Spade. Cuatro puñetazos literarios que tumban la blandura detectivesca británica, encarnada por los acertijos criminales de Agatha Christie y Conan Doyle. Porque con Hammett se acaban los “asesinatos perfumados con el aroma de capullos de magnolia”. Como dijo Chandler, “sacó el asesinato del jarrón veneciano y lo echó al callejón”. Y algo más: convirtió el crimen en literatura.
El halcón maltés es, con Cosecha roja y La llave de cristal, una de sus mejores novelas. Relata la lucha de Sam Spade con un puñado de delincuentes para localizar un halcón de oro de treinta centímetros con incrustaciones de pedrería, regalo de los caballeros de la Orden de Malta al emperador Carlos V, cuyo desembarco en San Francisco provoca una serie de asesinatos y un enredo, de mentiras y traiciones, que el “Satanás rubio” Spade desenmarañará.
Resulta notable la creación de personajes. En particular, la fusión del fondo que encarna el detective –chulesco, prepotente, brutal- con la escritura –seca, hiriente, descarnada- de su creador, así como el diseño del personaje de Brigid O’Shaughnessy, femme fatale reina del género, deliciosamente manipuladora y sexualmente embaucadora. Y sobresaliente también la crítica social que Hammett vehicula a través de una ficción detectivesca, escrita solo un año después del crack del 29, en la que sitúa a la codicia como motor de la acción, y en la que los representantes de la ley y el orden son tan poco de fiar como los delincuentes. La policía, siempre a remolque de Spade, porque no tiene ni“idea de lo que pasa”. Los fiscales, porque forman parte de la máscara social y solo les interesa “tener un buen expediente”. El diablo cano Hammett no era amigo de las armas de fogueo. Siempre tiraba a dar.