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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un viaje optimista por el futuro

Mark Stevenson
Traducción de Vicente Campos
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 2011
334 páginas. 18,90 €.

Frente al pesimismo económico, optimismo científico. No es casualidad que en estos tiempos de primas al borde de un ataque de riesgo y paro galopante los divulgadores científicos coincidan en su llamamiento para que salgamos de la depresión social y nos embarquemos en un viaje mental hacia el optimismo justificado por las innovaciones en ciernes. Primero lo propuso el polifacético Mark Stevenson en Un viaje optimista por el futuro. Recorrió cien mil kilómetros por cuatro continentes para hablar con inventores, gurús, locos, profetas o genios -según quién hable de ellos- y realizar no tanto un “retrato con posado” de la revolución técnico-científica que se avecina, sino “una instantánea borrosa de un mundo que innova rápidamente”. Y hace solo unos días el tecno-optimista Eduardo Punset ha llegado a las librerías con un libro de similares propósitos, titulado Viaje al optimismo. Las claves del futuro. Ambos buscan, de un modo otro, conversos a la nueva religión, la ciencia, cuyos milagros (genéticos, nanotecnológicos, robóticos), empequeñecen la multiplicación de los panes y los peces y otros prodigios divinos.

jueves, 17 de marzo de 2011

Alerta nuclear




Hace un par de años alquilé un precioso apartamento en un pequeño pueblo gallego, situado frente a la Costa da Morte. Era perfecto, salvo por un pequeño detalle. Tenía unas vistas privilegiadas sobre el cementerio local, iluminado por la noche como una feria. Así pues, pasé una semana sin pisar el balcón para no perturbar mi descanso estival con el barrunto del descanso eterno. Estos días, de alerta nuclear en Japón, he recordado mi apartamento gallego. A nadie le gusta tener un cementerio frente a casa. Tampoco, las centrales nucleares. Sin embargo, casi nadie cuestiona su necesidad. Nos limitamos a cerrar los ojos, para no ver.

El secreto consiste en no asomarse al balcón, en ignorar las advertencias que algunas veces, como ahora, nos hacen llegar los ecologistas, difuminadas siempre por el discurso del lobby nuclear, que pagamos todos con el recibo de la luz.  Así pues, aléjese del quijotismo ecologista, de la caverna medioambiental. No se asome al balcón. No escuche que los reactores de Fukushima son similares al de Santa María de Garoña. Tómese una pastilla de yodo pronuclear y olvide el yodo radiactivo. Muramos con la lavadora puesta.