martes, 29 de octubre de 2013

Cosas difíciles de explicar


Tenemos una nueva visitante en el blog: Mercedes Abad (Barcelona, 1961), ganadora en 1986 de la VIII edición del premio de narrativa erótica La sonrisa vertical con su libro de relatos "Ligeros libertinajes sabáticos". Desde entonces ha publicado varios libros de relatos: "Felicidades Conyugales" (Tusquets editores, 1989), "Soplando al viento" (Tusquets editores, 1995), "Amigos y fantasmas"(Tusquets, 2004, premio Mario Vargas Llosa al mejor libro de relatos publicado en 2004) y "Media docena de robos y un par de mentiras" (Alfaguara, 2009). También, dos novelas -"Sangre" (Tusquets, 2000) y "El vecino de abajo" (Alfaguara, 2007)- y un ensayo juguetón y humorístico, "Sólo dime dónde lo hacemos" (Temas de Hoy, 1991). En esta visita a El mono lector nos habla de su nueva obra, Cosas difíciles de explicar, recién publicada por Suburbano ediciones. Esto es lo que nos cuenta sobre ella:

MERCEDES ABAD

Todos los cuentistas estamos de acuerdo en una cosa: la libertad del género breve. El relato nos permite mayores audacias que la novela, de modo que nos lanzamos a la aventura de explorar nuevas formas de contar, nuevos tonos y estructuras. Por eso cuando tengo que reunir varios cuentos en un volumen siempre me pregunto angustiada si habrá un hilo común entre tanta diversidad. Pero lo hay, siempre lo hay. En mi caso ese nexo común es sin duda alguna el humor, esa mirada irónica para mí irrenunciable y una visión tragicómica y absurda de la existencia. Confieso que he escrito algún cuento sin pizca de humor, pero en el fondo de mi alma reniego un poco de ellos porque me parecen poco míos.

Y luego, por supuesto, están las obsesiones temáticas. A mí siempre me ha fascinado la amistad como tema literario. Por eso dos de los cuentos de Cosas difíciles de explicar giran en torno a la amistad. Creo que jamás escribiré una novela de amor, pero llevo bastantes años obsesionada por indagar en los claroscuros y las contradicciones de la amistad. Me refiero a esas amistades apasionadas en las que de algún modo se repite el proceso de idealización del enamoramiento ―pero sin connotaciones sexuales―y se coloca al otro en lo alto de un pedestal hasta que inexorablemente viene la caída. ¿O debería decir la demolición? Pues bien, entre todos los cuentos que he escrito sobre esas amistades no ya peligrosas sino en peligro, Retrato de Emma en el jardín, técnica mixta, es mi favorito, en parte porque es un cuento «descarrilado». Cuando empecé a escribirlo tenía en mente un cuento mucho más realista donde dos amigas se reencuentran tras un período de enfriamiento y lejanía y donde a pesar de la mutua buena voluntad inicial las cosas empiezan nuevamente a torcerse y a envenenarse y el enfrentamiento entre ambas se vuelve inevitable. Sin embargo, al ponerme a escribirlo algo extraño ocurrió en mi cabeza. No me tomen por loca ni por mística pero fue una especie de iluminación. Hay un momento en el cuento en que Emma llega a casa de su amiga, la narradora, y esta, que se había quedado medio adormilada mientras la esperaba, al verla aparecer es presa de un ataque de cobardía y desea ―pensando que su deseo no se cumplirá―  que Emma no llegue nunca. Y yo me pregunté entonces con cierto ánimo gamberro: ¿por qué no? ¿Por qué no hacer que el deseo de mi protagonista se cumpla y Emma, en efecto, no pueda acabar de atravesar el jardín? Cuantas más vueltas le daba, más atractiva y traviesa me parecía la idea. Y así fue como el cuento dejó el territorio de lo estrictamente realista y se convirtió en un cuento fantástico que quizá sea el que más me satisface entre todos los cuentos que he escrito a lo largo de mi vida. Porque parte de una travesura y porque de algún modo siento que gracias a ese «descarrilamiento» el relato expresa mucho mejor que otros míos, y de forma más implícita y misteriosa, mi visión de la amistad.

Añadir leyenda
El otro relato sobre la amistad es La tía Gloria, que quizá se cuente entre los más realistas que he escrito, enmarcado en la Ibiza hippie de los años setenta si bien en ningún momento se alude directamente a la isla ni a la época. Aunque en apariencia relata la historia de una enemistad colectiva, casi un linchamiento moral en realidad, y una venganza, por debajo de esa primera historia hay un relato sobre la amistad, aunque aquí se trate de la relación luminosa, y salvadora, de una niña gorda y poco agraciada que parece haberse resignado por completo al rechazo constante, y un adulto, que se convierte en su primer amigo y también en su mentor.

Otro nexo común del libro son las islas y el mar. Si los dos primeros cuentos del volumen son cuentos urbanos, parte de
Retrato de Emma en el jardín transcurre en una casa junto al mar mientras que tanto La tía Gloria como el último cuento, que da título al libro, tienen por escenario una isla y dos casas paradisíacas al borde de un acantilado, sin duda mi versión del jardín del Edén. Lo más curioso del caso es que así como en otros relatos tiendo a crear espacios abstractos y huyo de descripciones naturalistas, en mis relatos isleños y marítimos coqueteo con descripciones bastante realistas del entorno. Es mi nostalgia de los veranos ibicencos de mi infancia la culpable de ese cambio de registro, la que me empuja a intentar recuperar el tiempo y la inocencia y esas costas aún vírgenes tanto tiempo atrás perdidos.

Para más información, consulta la web de Suburbano Ediciones.

lunes, 21 de octubre de 2013

2312

Kim Stanley Robinson
Traducción: Miguel Antón
Minotauro. 2013.
528 págs. 21.95 €. E-pub: 9.99 €

2312, de Kim Stanley Robinson (Illinois, 1952), es en la superficie una novela de ciencia ficción con todos los aderezos propios del género. Hay ascensores espaciales, trajes de vacío, humanos con qubos (inteligencias artificiales) metidos en la cabeza, tratamientos de longevidad que permiten vivir doscientos años, gafas de traducción, ciudades móviles… También cuenta con otro ingrediente fundamental: la especulación sobre cómo será la humanidad en el futuro. En el 2312 de Robinson, la Tierra se ha convertido en “el planeta de la tristeza”. El cambio climático ha provocado la subida del nivel del mar, se han disparado las temperaturas y los alimentos escasean. La Tierra tiene once millones de habitantes  de los cuales tres mil no tienen cubiertas sus necesidades de alimento y vivienda y seis mil más viven al borde del precipicio. Como consecuencia de todo ello, el capitalismo se ha visto “relegado a una nota a pie de página” y los humanos se han lanzado a la colonización del sistema solar,  fundamentando su sistema económico en una cooperación mutua organizada que se inspira en el modelo Mondragón.

Hasta aquí, todo bien. Aunque a veces se empecina en convertir en explicaciones para tontos lo que debería deducirse de la lectura, Robinson se maneja con soltura en los territorios de la hard ciencia ficción, de forma que, pese a que todos hemos leído cosas sobre los avances tecnológicos que anuncia, logra transportarnos a ese escenario científico futuro y hacerlo verosímil. OK también a su particular alerta sociopolítica sobre la deriva de nuestro pobre planeta. Pero lo que realmente hay bajo el cascarón de la novela es una historia de amor, bastante pueril con un trasfondo policial plagado de agujeros negros.

Kim Stanley Robinson
En esencia la cosa va así: chica pierde a su abuela, fallecida de forma inesperada. Chica conoce a chico, que es amigo de su abuela muerta con la que andaba en tratos políticos para estabilizar el sistema solar y reducir la capacidad de la Tierra para crear problemas. Chica y chico tratan de descubrir si la muerte de la abuela obedece, en efecto, a causas naturales y terminan metidos en una investigación sobre terrorismo interplanetario. Ambos recorren el sistema solar para encontrar respuestas, las consiguen y se enamoran. Fin.

El hecho de que la chica, la mercurial Cisne Er Hong, tenga ciento treinta y cinco años y se haya sometido a modificaciones genitales y exóticos implantes que le permiten ronronear como un gato la convierte en una curiosidad, no en un personaje creíble. Tampoco lo es el chico, Fitz Wahram,  un tipo saturnino de ciento once años, cara de sapo y “príncipe de la mediocridad”.  Juntos protagonizan una auténtica anti Love story. Una de las historias de amor más frías e impersonales que he leído.

Y, ¿qué sucede con la trama policial? No mucho más. El autor nos sumerge en un gozoso viaje interplanetario en el que cuaja sus mejores páginas, con descripciones impresionantes sobre Ío (la luna más interior de Jupiter), Titán (el mayor de los satélites de Saturno), o la pavorosa Tierra (con Nueva York bajo el agua, convertida en una nueva Venecia) para que acompañemos a Cisne y Fitz en sus descubrimientos. Sin embargo, el andamiaje de la investigación policial tampoco aguanta las 526 páginas de las que consta la novela.

En definitiva, 2013 no es la Trilogía de Marte, ni literatura sin apellidos. Es una novela de ciencia ficción con el premio Nébula 2012 y, eso sí, una estupenda banda sonora que recomiendo usar como música de fondo durante la lectura. Puede que sea lo mejor de la obra.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Diez claves para hablar bien en público

Hoy tenemos firma invitada en el blog. Nos visita Agustín Rosa, autor del libro Hablar bien en público es posible si sabes cómo (Paidós, 2013), en el que este experto en oratoria revela sencillas y eficaces técnicas de comunicación para que nuestras presentaciones impacten. Rosa es doctorando en Comunicación social en la Universidad Complutense de Madrid y fundador y presidente del Club Internacional de Oratoria (CIO). En su colaboración con El mono lector, Rosa nos da diez claves para hablar bien en público:

AGUSTÍN ROSA

Tienes quince minutos para realizar una conferencia, exponer tu proyecto o explicar tu trayectoria profesional para motivar a un colectivo. Quieres comunicar con eficacia, causar un efecto positivo en tu público y sentir la satisfacción de haberlo hecho bien. ¿Cuáles serían los aspectos que debes de tener en cuenta?

En primer lugar, confianza en si mismo, en aquello que se hace y en aquello que se dice. Difícilmente elaborarás mensajes persuasivos si tú mismo no te crees aquello que estás diciendo.

La segunda clave es el autoconocimiento. Analiza con detalle todos los aspectos de tu servicio, producto o presentación. Cuanto mejor conozcas el tema del que vas a hablar, mayor seguridad transmitirás.

Una vez que tienes claro qué vas a decir durante tu presentación, es importante que prepares hasta el más mínimo detalle de tu intervención, es decir, dedica tiempo a elaborar una excelente preparación.

Además, es clave que a la hora de hablar en público analices la audiencia a la que te vas a dirigir, consiguiendo así adaptar tu presentación, el lenguaje, los ejemplos y materiales utilizados para que sean entendidos por el auditorio.

Cuando estás delante del público, debes de utilizar un tono variado y evitar un tono monocorde, aspecto que puede hacer que las personas dejen de escuchar o acaben dormidas en su asiento.

Agustín Rosa
Asimismo, es importante a la hora de realizar una presentación, tener una buena gesticulación, es decir, utilizar correctamente el lenguaje verbal para que refuerce nuestro mensaje, este llegue mejor al oyente y no se convierta en nuestro enemigo.

También es importante tener en cuenta que difícilmente todo el auditorio estará escuchando durante toda tu exposición. Por ello, la recomendación es complementar tu presentación con el uso de elementos audiovisuales que agilicen tu intervención y te ayuden a comunicar mejor el mensaje.

Según mi experiencia, el 80% del éxito de una presentación consiste en la actitud que tienes a la hora de hablar en público. Busca siempre de entregar algo útil a la audiencia que te va a escuchar y hazlo con una sonrisa, los oyentes te los agradecerán.

Siempre que hables hazlo con entusiasmo, motivación y con energía, es decir, habla desde el corazón. Difícilmente llegarás a las personas si tu mismo no te apasionas con el mensaje, el producto o servicio.

Y, por último, la habilidad comunicativa se desarrolla mediante la práctica, cuanto más tiempo dediques a mejorar más fácil te será y mejor lo harás. El gran secreto que puedo compartir contigo es aprende y practica, practica y practica. Y como decía Walter Elias Disney “Sigue siempre adelante”.


Para más información: http://hablarbienenpublicoesposible.com

lunes, 14 de octubre de 2013

Mi vida querida

Alice Munro fue galardonada la semana pasada con el premio Nobel de Literatura 2013. Pocas veces me ha alegrado tanto conocer la designación de la Academia sueca, que considera a la escritora canadiense “maestra del relato corto", y subraya "su estilo claro" y su realismo sicológico”. Con este motivo, recupero aquí la reseña que publiqué en mayo sobre su última obra publicada en España. Si no la habéis leído, os recomiendo que corráis a vuestra librería más cercana y lo compréis. Imprescindible. 


   
                                                                                        
Alice Munro
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Lumen. 2013.
336 págs. 22.90 €. EPUB: 14.99 €.


Todos los relatos de Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) contenidos en esta colección tienen algo estremecedor. Un núcleo poético que estalla en significados complejos a partir de situaciones y personajes en apariencia normales, donde lo ordinario se convierte en extraordinario porque revela lo oculto, lo desequilibrado, lo anormal que hay en todos nosotros en determinados momentos, ante acontecimientos concretos.
La octogenaria narradora canadiense tiene una capacidad extraordinaria para atrapar y sintetizar esas escenas que determinan un antes y un después porque nos enfrentan a una encrucijada moral que exige una toma de decisión, acertada o errónea, que nos marca de por vida, alimentando fantasmas que se sedimentan en nuestro interior para que Munro los remueva, con su escritura mágica, haciendo que afloren feroces a la superficie que habitaron una vez.

Se trata de decisiones propias, como la niña de la niña de Grava, que cuando su hermana se arroja a una cantera anegada y ante el riesgo de que se ahogue, debe decidir si alerta a su madre y su amante, interrumpiendo su encuentro amoroso, o no. Pero también de decisiones ajenas, como la que debe encajar la maestra de Amundsen, abandonada por su prometido, el director del sanatorio de tuberculosos donde trabaja, poco antes de contraer matrimonio. Decisiones que abocan al autoreconocimiento y la transformación de los personajes-viajeros -siempre de camino, cuando no en fuga- de Munro, quien no duda en servirse a menudo del tren como metáfora del viaje interior de sus protagonistas hacia la exploración vital (Amundsen, Tren…). Decisiones, en definitiva, ante las que los personajes oscilan, como bisagras, entre la culpa, asociada a la memoria de lo que pasó, y el olvido que procura la aceptación: “La cuestión es ser feliz. A toda costa. Inténtalo. Se puede. Y luego cada vez resulta más fácil. No tiene nada que ver con las circunstancias. No te imaginas hasta qué punto funcionan. Se aceptan las cosas y la tragedia desaparece”.


Impulso y deber

Los personajes femeninos que Munro pone bajo la lente de su microscopio narrativo suelen debatirse entre el deseo y el deber. Entre los impulsos y los mandatos de la moral dominante o las creencias establecidas. Enfrentados a un conflicto concreto, muchos transgreden la norma. Como  Greta, la mujer de Llegar a Japón, que decide dejar a su hija sola para acostarse con un desconocido en un tren porque el deseo puede a los “afectos cotidianos”; Leah, hija de una familia ultra religiosa fugada con el hijo de un pastor en Irse de Maverley; Mona, la violinista de Santuario; Corrie, la poliomelítica extorsionada por su amante; Sadie, la cantante radiofónica aficionada al baile de El ojo

La obra se divide en dos partes bien diferenciadas, donde casi siempre laten los mismos temas, recurrentes en toda la obra de Munro: el amor, el paso del tiempo, las relaciones paterno filiales, el sentimiento de pérdida que transforma nuestra visión del mundo… Por un lado están los diez relatos iniciales, ambientados desde finales de la II Guerra Mundial hasta aproximadamente 1970, en pequeñas ciudades de provincias. Por otra, Finale, donde la autora incluye cuatro piezas que “no son exactamente cuentos”, sino que “forman una unidad distinta que es autobiográfica de sentimiento” y que, según confiesa la autora, son “lo primero y lo último –y lo más íntimo- de cuanto tengo que decir sobre mi propia vida”. Ahí están los acontecimientos que marcaron su infancia: la experiencia de ver muerta a su niñera Sadie, su obsesiva idea de estrangular a su hermana pequeña solo por el gusto de “probar lo peor”, su visión infantil de una prostituta y esa Vida querida, que cierra el volumen y le da título, en la que la autora habla de cómo (nos) perdonamos lo imperdonable.
Desde un punto de vista formal, la prosa de Munro se desnuda de todo artificio porque aquí lo que importa son los personajes y su historia. Lenguaje exprimido al máximo, tono bajo y aliento corto para que nada solape la poesía de la complejidad humana, en la que no cabe nada que no sea esencial.
Un consejo: una vez iniciada la lectura de cualquiera de estos relatos, no lo deje a medias para continuar más tarde. Apúrelo de una vez y concéntrese en cada palabra, porque con Munro todo cuenta, aunque la traducción de esta obra incite a aprender inglés como sea para tener acceso al original  y no a lo que aquí se nos presenta.

miércoles, 9 de octubre de 2013

José Janés a vista de centenario (y II)


Aquí está la segunda entrada a cuenta del primer centenario del nacimiento de José Janés:

Además de su precocidad, otra seña de identidad janesiana fue su sociabilidad. Según el retrato de Josep Mengual en A dos tintas, era un hombre “de trato fácil, cariñoso, afable, emprendedor, optimista y con un talento natural para adaptarse a los más diversos caracteres y para mantenerse fiel y leal a sus amigos”, entre los que figuraron personas de ideologías diametralmente opuestas. Así, este self made man vitalista y polifacético favoreció a falangistas como el escritor Luys Santa Marina, al que ayudó cuando fue condenado a muerte tras el golpe, movilizando a los intelectuales catalanes para evitar que se cumpliera la sentencia, pero también a comunistas, nacionalistas, socialistas… De esta forma obtuvo importantes respaldos durante su carrera. Durante la República -a la que se mantuvo fiel “más como producto de su aburguesada voluntad de atenerse a la legalidad establecida y a su fervoroso catalanismo que como una anuencia con el marxismo y los movimientos revolucionarios, de los que siempre receló”- colaboró con las instituciones de la Generalitat y consiguió que el conceller de Cultura, Carles Pi i Sunyer, mediara para que se le tramitara el documento que le acreditaba como ‹‹imprescindible en la retaguardia››.

En 1939, y tras escapar unas semanas a París ante la inminencia de la victoria franquista, regresó a España porque contaba con el aval de su admirado Eugenio d’Ors, director general de Bellas Artes, y de dos notorios falangistas a que contribuyó a salvar la vida, el ya citado Luys Santa Marina y Félix Ros. Fue detenido y, según algunas fuentes, condenado a muerte por separatista, aunque finalmente, y gracias a sus contactos, salvó la vida.

Josep se hace José
Hiperactivo y ambicioso, Janés reconocía en una entrevista publicada en 1934 ciertos momentos de desfallecimiento,superados siempre gracias a Goethe: ‹‹Amo a los que quieren lo imposible››. De ahí, quizá, que mientras durante la guerra civil los editores tuvieron serias dificultades para encontrar papel de calidad, en cantidades suficientes y a un precio razonable, Janés saliera adelante y cuajara un catálogo en el que destaca el equilibrio entre tradición (Flaubert, Wilde) y modernidad (Katherine Mansfield, Hemingway, O’Neill, Woolf) y una gran calidad formal, marca de la casa de su ideario como editor quien, durante los difíciles años de la contienda, “se lo guisaba todo el sólo”. Es decir, seleccionaba las obras, las contrataba, encargaba o realizaba personalmente la traducción e incluso se ocupaba de la edición de mesa. Como evoca su colaborador Fernando Gutiérrez, ‹‹construía el formato, elegía el tipo de letra, la calidad del papel, los colores de la portada más humilde, el tacto de la encuadernación››.
Tras la guerra, la industria editorial ofrecía un panorama desolador. Apenas había papel, las restricciones eléctricas eran constantes y buena parte de la gente de letras había muerto o se había exiliado. Fue entonces cuando Josep españolizó su nombre para convertirse en José Janés, dejó de publicar en catalán y empezó a hacerlo, “con relativa facilidad y mucho éxito”, en castellano, circunstancia que algunos ambientes de la intelectualidad catalana en el exilio interpretaron como una traición y una forma de colaboracionismo con el régimen, según relata Mengual en esta obra que concede un espacio destacado a las circunstancias políticas, sociales y culturales en las que el editor catalán construyó su catálogo, por lo que no puede ser considerada una biografía al uso.

Las rendijas del régimen

A partir de enero de 1939 Janés dejó de escribir esa poesía de “tono intimista muy elegantemente intelectualizado” que le caracterizaba y reemprendió su labor editorial, tan prolífica en sellos, colecciones y series que no ha faltado quien señalara falta de orientación o incoherencias en las líneas editoriales emprendidas por el editor. Amplió su proyecto y lo adaptó a las nuevas circunstancias políticas, sociales y culturales, aprovechando las rendijas existentes para desarrollar una cultura diferente encontrando autores aceptables para el régimen que conectaban con la sensibilidad e intereses de muchos lectores españoles. Es decir, logró el difícil equilibrio entre calidad literaria y aceptación de un amplio sector de público, salvando además los obstáculos de la censura. Y además consiguió otra de sus aspiraciones: ofrecer excelencia a precios ajustados con colecciones como la de La Rosa de Piedra con libritos encuadernados en tela e ilustrados por grandes pintores, que nada tenían que ver con las novelas en rústica y papel pluma, a cinco pesetas, que se imprimían entonces.
A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor es tan exhaustiva como imprescindible para seguir los pasos del entusiasta Janés hasta finales de la década de 1950, cuando el editor, ya consolidado, barajó la idea de retomar su actividad poética aunque no llegó a hacerlo. Murió el 11 de marzo de 1959 en un accidente de coche cuando se dirigía a Valls para compartir una calçotada. Germán Plaza asumió el fondo del recién fallecido y reconvirtió su empresa en Plaza & Janés. Pero esa es ya otra historia...

A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor
Josep Mengual Català
Debate. Madrid, 2013.
22,90 euros.


lunes, 7 de octubre de 2013

José Janés a vista de centenario (I)

El pasado uno de septiembre se cumplieron cien años del nacimiento gran editor Josep Janés i Olivé (1913-1959). Con este motivo, la editorial Debate acaba de publicar A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor, en la que el lingüista Josep Mengual rinde homenaje a uno de los mejores editores españoles del siglo XX y reconstruye el ambiente en el que desplegó su intensísima labor cultural, de titánica ambición y rigor intelectual, en el contexto de la guerra civil, la censura y la penuria económica de los años cuarenta y cincuenta.
Josep Janés i Olivé nació en Collblanc (Barcelona) el 1 de septiembre de 1913. Vivió solo 46 años, pero la cultura española de entre 1939 y 1975 sería otra sin su labor editorial, cuyo legado pervive incluso hoy en día. Muchos de los autores propuestos por Janés han sido de hecho recuperados en el siglo XXI por pequeñas editoriales independientes: Zilahy por Funambulista; Vergani por Libros del Silencio, Knut Hamsun por Ediciones de la Torre, algunos títulos de Huxley por Ediciones del Viento….

En la última entrevista que concedió antes de morir, se cifraban los libros publicados por Janés en 1.600 distribuidos en 51 colecciones. Quizá fueran menos, pero el recuento es de cualquier manera imponente, aunque en su caso importa mucho más la calidad que la cantidad. Su estímulo a las traducciones de obras inglesas, húngaras, francesas, italianas o estadounidenses influyó en la literatura escrita en España durante esa época y, como apunta Mengual en su minuciosa reconstrucción del personaje en su faceta no tanto humana como intelectual, “atenuó, y hasta cierto punto contrarrestó, la cerril cultura literaria que a partir de 1939 promovió y trató de imponer el régimen franquista”.


Autores emblemáticos como Fallada, Maugham, Carossa o Marai le convirtieron junto con su apuesta por escritores noveles que contribuyeron a renovar el panorama literario español, como Buero Vallejo, Paco Candel o Ignacio Agustí, en el editor de referencia en los años cuarenta y cincuenta. Pero, ¿quién fue en realidad Josep Janés y cómo llegó a crear una de las empresas editoriales más importantes en la España del siglo XX?

Niño prodigio

Uno de sus rasgos definitorios fue, sin duda, su precocidad. Huérfano de madre desde 1918, “Janés era un niño prodigio que aprendió ya sus primeras letras por su cuenta y sin ayuda”, destacando muy pronto su afición por la poesía. Creó su primera revista a los 17 años, fundó el Avui con 19 y la editorial Rosa dels Vents a los 21, edad en la que se consagra también como uno de poetas jóvenes más prometedores de la literatura catalana y edita “una de las colecciones más exigentes y cosmopolitas de la época”, los Quaderns Literaris. Janés era apenas un veinteañero cuando definió su voluntad de alternar la oferta de clásicos universales, nuevas voces literarias y literatura de género de calidad, particularmente humorística y policíaca, líneas editoriales que tuvieron continuidad en sus proyectos de posguerra.

Si queréis saber más sobre la figura de Janés, no os perdáis la segunda parte de este entrada, que publicaré el próximo miércoles.