Alice Munro fue galardonada la semana pasada con el premio Nobel de Literatura 2013. Pocas veces me ha alegrado tanto conocer la designación de la Academia sueca, que considera a la escritora canadiense “maestra del relato corto", y subraya "su estilo claro" y su realismo sicológico”. Con este motivo, recupero aquí la reseña que publiqué en mayo sobre su última obra publicada en España. Si no la habéis leído, os recomiendo que corráis a vuestra librería más cercana y lo compréis. Imprescindible.
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Lumen. 2013.
336 págs. 22.90 €. EPUB: 14.99 €.
Todos los relatos de Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931)
contenidos en esta colección tienen algo estremecedor. Un núcleo poético que
estalla en significados complejos a partir de situaciones y personajes en
apariencia normales, donde lo ordinario se convierte en extraordinario porque
revela lo oculto, lo desequilibrado, lo anormal que hay en todos nosotros en
determinados momentos, ante acontecimientos concretos.
La octogenaria narradora canadiense tiene una capacidad
extraordinaria para atrapar y sintetizar esas escenas que determinan un antes y
un después porque nos enfrentan a una encrucijada moral que exige una toma de
decisión, acertada o errónea, que nos marca de por vida, alimentando fantasmas
que se sedimentan en nuestro interior para que Munro los remueva, con su
escritura mágica, haciendo que afloren feroces a la superficie que habitaron
una vez.
Se trata de decisiones propias, como la niña de la niña de Grava, que cuando su hermana se arroja a una cantera anegada y ante el riesgo de que se ahogue, debe decidir si alerta a su madre y su amante, interrumpiendo su encuentro amoroso, o no. Pero también de decisiones ajenas, como la que debe encajar la maestra de Amundsen, abandonada por su prometido, el director del sanatorio de tuberculosos donde trabaja, poco antes de contraer matrimonio. Decisiones que abocan al autoreconocimiento y la transformación de los personajes-viajeros -siempre de camino, cuando no en fuga- de Munro, quien no duda en servirse a menudo del tren como metáfora del viaje interior de sus protagonistas hacia la exploración vital (Amundsen, Tren…). Decisiones, en definitiva, ante las que los personajes oscilan, como bisagras, entre la culpa, asociada a la memoria de lo que pasó, y el olvido que procura la aceptación: “La cuestión es ser feliz. A toda costa. Inténtalo. Se puede. Y luego cada vez resulta más fácil. No tiene nada que ver con las circunstancias. No te imaginas hasta qué punto funcionan. Se aceptan las cosas y la tragedia desaparece”.
Impulso y deber
Los personajes femeninos que Munro pone bajo la lente de su
microscopio narrativo suelen debatirse entre el deseo y el deber. Entre los
impulsos y los mandatos de la moral dominante o las creencias establecidas.
Enfrentados a un conflicto concreto, muchos transgreden la norma. Como Greta, la mujer de Llegar a Japón, que decide
dejar a su hija sola para acostarse con un desconocido en un tren porque el
deseo puede a los “afectos cotidianos”; Leah, hija de una familia ultra religiosa fugada con el hijo de un pastor
en Irse de Maverley; Mona, la
violinista de Santuario; Corrie, la poliomelítica extorsionada
por su amante; Sadie, la cantante radiofónica aficionada al baile de El ojo…
La obra se divide en dos partes bien diferenciadas, donde
casi siempre laten los mismos temas, recurrentes en toda la obra de Munro: el
amor, el paso del tiempo, las relaciones paterno filiales, el sentimiento de
pérdida que transforma nuestra visión del mundo… Por un lado están los diez
relatos iniciales, ambientados desde finales de la II Guerra Mundial hasta
aproximadamente 1970, en pequeñas ciudades de provincias. Por otra, Finale,
donde la autora incluye cuatro piezas que “no son exactamente cuentos”, sino
que “forman una unidad distinta que es autobiográfica de sentimiento” y que,
según confiesa la autora, son “lo primero y lo último –y lo más íntimo- de
cuanto tengo que decir sobre mi propia vida”. Ahí están los acontecimientos que
marcaron su infancia: la experiencia de ver muerta a su niñera Sadie, su
obsesiva idea de estrangular a su hermana pequeña solo por el gusto de “probar
lo peor”, su visión infantil de una prostituta y esa Vida querida, que
cierra el volumen y le da título, en la que la autora habla de cómo (nos)
perdonamos lo imperdonable.
Desde un punto de vista formal, la prosa de Munro se desnuda
de todo artificio porque aquí lo que importa son los personajes y su historia.
Lenguaje exprimido al máximo, tono bajo y aliento corto para que nada solape la
poesía de la complejidad humana, en la que no cabe nada que no sea esencial.
Un consejo: una vez iniciada la lectura de cualquiera de
estos relatos, no lo deje a medias para continuar más tarde. Apúrelo de una vez
y concéntrese en cada palabra, porque con Munro todo cuenta, aunque la
traducción de esta obra incite a aprender inglés como sea para tener acceso al
original y no a lo que aquí se nos
presenta.
4 comentarios:
Muy buena lectura. Y que en lugar de Munro se llevara el Príncipe de Asturias Leonard Cohen...
Da igual, Josep. Munro no necesita ni el Príncipe de Asturias ni el Nobel...
Muy buena reseña, acertada y penetrante. De las que invita a la lectura. Creo que hay que leer todo lo que se ha publicado de Munro, vale la pena.
Salud y libros.
Gracias por la reseña. Muy interesante y oportuna. Sin duda, leeré el libro que recomiendas, aunque acabo de comprar otro de la misma autora y aún no lo he empezado. Se me acumulan las lecturas pero me alegro, porque por lo que voy sabiendo sobre Monro, estoy casi segura de que se convertirá en una de mis muchas escritoras favoritas.
Un saludo.
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