martes, 12 de marzo de 2013

Flannery O’Connor y las zapatillas de rayas del escribiente de Flaubert

Flannery O'Connor junto a Arthur Koestler (izquierda) y Robie Macauley
Flannery O’Connor fue una maravillosa escritora de relatos, aunque también publicó dos novelas, ensayos y reseñas. En una ocasión habló a los estudiantes de un curso titulado "Cómo escribe el escritor", ofreciéndoles interesantes claves sobre la "Naturaleza y finalidad de la narrativa" (podéis leer su intervención completa pinchando en el enlace anterior). A continuación extracto parte de esa charla. En concreto, la que se refiere al trabajo de los sentidos en la escritura literaria y cómo las percepciones sensitivas son esenciales para hacer un objeto real.

Antes de cederle la palabra, y por si os gustan los relatos, os recomiendo la lectura de la Antología del cuento norteamericano, a cargo del genial Richard Ford, publicado por Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, donde podéis leer, entre otras historias, alguna joya de Flannery O’Connor. Sesenta y cinco relatos que a cualquier escritor le gustaría haber escrito.
 
Aquí va el extracto:
 
“[…] la naturaleza de la narrativa está determinada en gran medida por la naturaleza de nuestro sistema perceptivo. El principio del conocimiento humano se da a través de los sentidos, y el novelista empieza donde empieza la percepción humana. El escritor atrae por medio de los sentidos, y no se puede atraer a los sentidos con abstracciones. Para la mayoría de la gente es mucho más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto que está viendo realmente. Pero el mundo del novelista está lleno de materia, que es lo que los novelistas que empiezan están poco dispuestos a tratar. Están interesados principalmente en las ideas abstractas y en las emociones. Tienen tendencia a ser reformadores, y a querer escribir porque están obsesionados, no por una historia, sino por los huesos sin carne de algún concepto abstracto. Son conscientes de los problemas, no de las personas; de las preguntas y de las cuestiones, no de la estructura de la existencia; de historias y de todo lo que tenga un sabor sociológico, en lugar de todos esos detalles concretos de la vida que hacen real el misterio de nuestra situación en la tierra […]".
 
"Uno de los más comunes y tristes espectáculos es el de una persona con una sensibilidad realmente exquisita y con una aguda percepción psicológica intentando escribir una obra narrativa utilizando únicamente estas cualidades. Este tipo de escritor escribirá, una tras otra, frases sumamente emotivas o intensamente perspicaces y el resultado será de una monotonía total. El hecho es que los materiales del novelista son los más humildes. La narrativa trata de todo lo humano. Y estamos hechos de polvo; y, si desprecias cubrirte de polvo, entonces no debes intentar escribir una obra narrativa. No es un trabajo lo suficientemente importante para ti.
 
"Cuando el escritor de narrativa se mete esta idea en la cabeza y adquiere estos hábitos, se empieza a dar cuenta de qué duro trabajo es escribir una obra narrativa. Una escritora a la que yo admiro mucho me dijo en una carta que había aprendido de Flaubert que hacen falta por lo menos tres percepciones sensitivas para hacer un objeto real, y cree que esto está relacionado con el hecho de que tenemos cinco sentidos. Si estás privado de alguno de ellos, tienes disminuidas tus facultades; pero si estás privado de más de dos al mismo tiempo, casi no estás presente.
 
Podríamos examinar todas las frases de Madame Bovary con asombro, pero hay una en particular que siempre despierta mi admiración. Flaubert acaba de mostrarnos a Emma al piano mientras Charles la contempla. Dice:
 
Golpeaba las teclas con aplomo y recorría de arriba abajo todo el teclado sin interrumpirse. Sacudido así, ese viejo instrumento, cuyas cuerdas frisaban, se oía al otro lado del pueblo si la ventana estaba abierta, y a menudo, el escribiente del ujier que pasaba por el camino real con la cabeza descubierta y en zapatillas de rayas, se detenía para escucharlo, con su hoja de papel en la mano.
 
“[…] Respecto a lo que le pasa a Emma en el resto de la novela, podemos pensar que da igual que el instrumento tenga cuerdas que frisen o que el escribiente lleve las zapatillas de rayas y que tenga una hoja de papel en la mano, pero Flaubert tenía que crear un pueblo verosímil en el que situar a Emma. Es necesario recordar siempre que el escritor de narrativa está mucho menos preocupado por ideas importantes y por emociones que sobrecojan de lo que está por ponerle zapatillas de rayas a los escribientes".

Fin de la cita.

Si os ha sabido a poco, visitad la web de Ediciones Encuentro donde encontraréis parte de la obra de Flannery O’Connor publicada en castellano.

4 comentarios:

Santiago dijo...

Muy interesante, Carmen. Gracias por la cita y el enlace. Una vez leí a algún escritor destacar la importancia de los pequeños detalles en la novela. O'Connor concreta y amplía muy bien esta idea.

arktos-temis dijo...

La cita que presentas me parece muy elocuente (y muy pedagógica también, je je), intentaré no olvidarla.
Muchas gracias Carmen.
Un abrazo.

Josep Mengual dijo...

Otra pequeña joya recuperada. Me ha fascinado además la imagen de O´Connor con Koestler, no conocía la foto ni sabía siquiera que se conocieran. Vas a malacostumbrarme a la excelencia, Carmen. Enhorabuena una vez más por estas lecturs tan atentas al pasaje clave.

Queco Arbós dijo...

Una cita muy interesante. de hecho, Flannery O'Connor es una maravillosa narradora que vestía muy bien sus personajes, con la dificultad añadida de su excentricidad. Tal vez me sobren sus evidentes ansias de "catequización". Saludos.