Etgar Keret
Traducción de Ana María Bejarano
Siruela. Madrid, 2013
208 páginas. 18,95 €.
EPUB y Kindle, 9,99 €
Traducción de Ana María Bejarano
Siruela. Madrid, 2013
208 páginas. 18,95 €.
EPUB y Kindle, 9,99 €
Julio Cortázar se quejaba en su
larga charla con Omar Prego, publicada bajo el título de La fascinación de las palabras, de que “el escritor que se
autodefine como escritor, que tiene la ambición de ser un escritor, es un tipo
que automáticamente se pone muy serio”, como si la indagación sobre la
condición humana estuviera reñida con la comicidad. Pues bien, el israelí Etgar Keret (Tel Aviv, 1967), que sitúa a Cortázar como uno de sus referentes, no se
corresponde con esa categoría de escritores que afectan gravedad para parecer profundos.
Él escribe sobre temas importantes, pero los aborda con un sentido del humor
que es a veces surrealista, otras marxista (por Groucho) y hasta con ciertos
toques a lo Woody Allen. Pero es serio. Muy serio.
Vistos desde la superficie, los
treinta y ocho relatos contenidos en esta obra son olas divertidas y
espumeantes. Ideales para surfistas literarios amantes de la frescura, el
riesgo y la libertad. Pero por debajo de las historias a menudo grotescas que
plantea Keret, se agita un mar de fondo peligroso y perturbador habitado por la
soledad, la muerte, las fracturas de pareja y la violencia. Porque Keret se
refugia en la comicidad para desentrañar amarguras y en la simplicidad
lingüística para resaltar las complejidades humanas. Quiere saltarnos las
alarmas mediante el humor con retranca y un desenfado formal que hace que
algunos de los relatos de este narrador, cineasta y autor de cómics parezcan, a
veces, historias germinales o apuntes apresurados para un guión.
En la mayoría de los casos, el conflicto árabe-israelí no se manifiesta en primer plano, sino como un runrún violento latente casi en cada historia. Desde el primer relato, que da título a la colección, en la que un barbudo sueco, un encuestador marroquí y un pizzero, armados con pistolas y un cuchillo de carnicero, tratan den robarle un cuento al protagonista para escapar de la realidad en la que viven, recurriendo a la violencia porque “este país solo entiende el lenguaje de la fuerza y no importa que se trate de un asunto de política, de economía o de una plaza de aparcamiento”.
Válvula de escape
En este relato, y en otros como Cerrados, Keret insinúa su visión sobre la literatura como válvula de escape para evadirse de una realidad que el autor presenta casi siempre de forma violenta o dolorosa, como la del niño de Equipo que pide a su padre que “pegue muy fuerte” a su abuela porque cuando se queda con ella a solas, le encierra en una habitación a oscuras.
En este relato, y en otros como Cerrados, Keret insinúa su visión sobre la literatura como válvula de escape para evadirse de una realidad que el autor presenta casi siempre de forma violenta o dolorosa, como la del niño de Equipo que pide a su padre que “pegue muy fuerte” a su abuela porque cuando se queda con ella a solas, le encierra en una habitación a oscuras.
Leído lo leído, está claro que a Keret no le gusta lo que ve a su alrededor. Por eso puebla sus cuentos de personajes que recurren a la fantasía, la imaginación y los sueños para habitar “universos paralelos a este en el que nosotros vivimos”. Mundos en los que se recurre a la palabra para existir o para pedir socorro, como el personaje de Upgrade. O simplemente para no sentirnos solos, como Sergei Goralick, el ruso tatuado de Pez dorado, o el patético divorciado de Mañana saludable, que se expone a la furia de un marido despechado con tal de hablar con alguien y sentirse vivo.
Lee el primer cuento contenido en este libro.
2 comentarios:
Gracias Carmen, después de leer tu reseña me ha entrado el gusanillo cuentista. Me lo apunto en mi lista de pendientes.
Un abrazo.
A ti, Miguel. Al final de la reseña hay un enlace para puedas leer uno de los relatos que incluye el libro. Si te gusta, no lo dudes... A mí me ha gustado.
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