viernes, 7 de octubre de 2011

Purga

Traducción de Tuula Marjatta Ahola Rissanen y Tomás Gónzalez Ahola
Salamandra. Barcelona, 2011
384 páginas. 19 €.

Las moscas simbolizan la suciedad, la muerte, la enfermedad y hasta lo diabólico. No es casual, por tanto, que esta novela arranque con una anciana estonia, Aliide Truu, intentando cazar una mosca para evitar que emponzoñe con sus huevos la carne que guarda en la cocina. Tampoco lo es que se cierre con informes de la KGB en los que, con un lenguaje deshumanizado, se describen las investigaciones de una agente llamada ‹‹Mosca››. Porque Purga, de la finlandesa Sofi Oksanen (Jyväskylä, 1977), rastrea la descomposición humana que provoca la violencia extrema, la supervivencia manchada de las víctimas del horror. Por eso Oksanen ha buscado un título, Purga, que significa limpieza en finlandés. Para sacar a flote el detritus del miedo y la humillación, que comparten los dos personajes femeninos, perfectamente construidos, de esta novela: Aliide Truu y la joven prostituta Zara, a quien descubre un día de finales de verano desvanecida en su jardín, tras fugarse de los mafiosos que la explotaban sexualmente.

La acción transcurre en una aldea del oeste de Estonia en 1992, un año después de que la pequeña república báltica recuperase, tras la caída del muro de Berlín, la independencia. La vieja Aliide ha sobrevivido a la ocupación nazi y a las purgas y deportaciones estalinistas, pero cuando, recelosa, decide socorrer a Zara, mete de nuevo en casa “el nauseabundo y familiar olor del miedo”. Un “miedo desnudo” que la muchacha esparce por el mantel de hule de Aliide “…como si siempre hubiera estado allí. Como si simplemente hubiera estado de visita en algún lugar y hubiese vuelto por la noche”. Y ese miedo reaparecido convoca los fantasmas que pueblan el pasado de la anciana, plagado de turbios secretos familiares reflotados en logrados flash-backs que contribuyen a encarrilar el suspense, salvo en la segunda parte, donde esta mirada por el retrovisor se demora durante más de cien páginas y diluye un poco la densidad de la atmósfera podrida, tan espesa que resulta casi tangible, que Oksanen había logrado recrear en la primera. Sin embargo, la arquitectura funciona y la autora logra mantener el ritmo de la narración con frases cortas y capítulos breves que alimentan la expectación lectora. ¿Otros méritos destacables? La sensorialidad de su escritura, su atención al detalle. Por todo ello, y más allá de haber cosechado prestigiosos premios internacionales, Purga merece ser leída por lo que es: una gran novela.

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