Joyce Carol Oates
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Alfaguara. 2013.
494 págs. 24,50 €. E-book: 9,99 €
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Alfaguara. 2013.
494 págs. 24,50 €. E-book: 9,99 €
Hasta hoy Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) ha
escrito cincuenta y ocho novelas, cuatrocientos y pico relatos breves, más de
una docena de libros de no ficción, ocho de poesía y otras tantas obras de
teatro. Todo, en cuatro décadas de trabajo. Estamos, pues, ante la Usain Bolt de las letras, un auténtico
prodigio de velocidad creadora empeñada en batir el récord mundial de la
fertilidad literaria. No exagero: mientras escribo estas líneas, su página web anuncia ya seis
nuevos trabajos de la hiperprolífica autora estadounidense: cuatro novelas, una
antología y un libro de poemas.
La comparación con Bolt de esta eterna aspirante al Nobel de
Literatura no es vana. Oates tiene estatura de gran narradora, fuerza
explosiva y, como el velocista
jamaicano, posee una gran riqueza técnica en la fase de aceleración. Ahí está
el inicio pavoroso de esta obra, que nos sitúa en 1965, cuando la madre de la
protagonista, una fanática religiosa, arroja a su hija de tres años a las
marismas, junto al río Snake, para que muera hundida en el barro.
Luego, lanzada ya a la carrera, Oates hilvana su discurso
narrativo, apoyándose en dos tiempos que corren paralelos a lo largo de toda la
historia: lo que le sucedió a la niña a partir de ese momento terrible y lo que
le acontece desde octubre de 2002 cuando, convertida ya en la primera mujer
rectora de una prestigiosa universidad, Meredith Ruth Neukirchen (M.R.) sufre
un misterioso accidente que le devuelve a su origen.
Oates usa la tercera persona pegada a la protagonista,
entreverada como es frecuente en ella con monólogos interiores que asoman para
diferenciarse en cursiva, para tejer una voz poderosa, orgánica, que desprende
un “olor acre y salobre, como de agua estancada y cosas podridas”, en la que
los recuerdos de Niña de barro invaden
progresivamente la mente de la brillante profesora amenazando con ahogarla.
Estamos, pues, ante un thriller psicológico con el sello inconfundible de la Dama
oscura de las letras norteamericanas, donde los secretos y mentiras de la
protagonista son un reflejo de la farsa que supuso para la autora de La hija del sepulturero la
guerra de Irak y la Operación Libertad Duradera, y donde, deprisa, deprisa,
Oates, como Alicia, vuelve a intentar traspasar el espejo para evidenciar más
allá del éxito, el poder y los principios elevados, el espejismo del sueño
americano, que no es sino un lodazal de violencia, impostura y culpa… Una
farsa, en la que “todos somos actores”.
Oates estructura bien la novela y su personaje central.
Atina en su elección de los espacios donde se desarrolla la acción, que
funcionan como metáfora de los dos mundos fracturados que conviven en la
rectora Neukirchen y en Estados Unidos, pero su ritmo Bolt, su falta de
contención, su desmesura estilística y emocional, terminan por desfondar al
lector. Rapidez no es sinónimo de prisa, que es la sensación que Oates
transmite en esta obra interesante pero acelerada, concluida con un sprint
fallido. Hubiera sido hermoso intuir a Oates caminando despacio entre las hojas
de esta novela, podando excesos aquí y allá, deteniéndose a veces para
reconsiderar lo escrito, y atravesar la línea de meta con la elegancia pausada
y concisa de los narradores que no solo tienen oficio, sino también arte,
incluso para escribir esas dos palabras que para Oates son el pistoletazo de
salida para una nueva carrera. The end.
3 comentarios:
Ser prolífico no es todo. Mira la bibliografía de Norah Roberts.
Oates publica mucho, y con calidad. Me quito el sombrero.
Excelente reseña. Se nota que escribes muy bien.
Saludos
Mil gracias, Josefina. ¿Eres familia de Juan Armenteros?
J. Williams, estoy de acuerdo contigo. Tiene muchísima calidad. De hecho, creo que se merece el Nobel. Sin embargo, en esta novela he sentido como si me "empujaran", como se me urgieran... y no me gusta, lo siento. Creo que podría ser genial, si no tuviera tanta prisa y corrigiera los excesos (si fuera una actriz, diría que hay bastantes momentos de esta historia donde Oates "sobreactúa"). Sin embargo, recomiendo 'La hija del sepulturero' y sus cuentos. Es solo mi opinión.
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