Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948)
es miembro de la Real Academia Española, catedrática de Literatura Española en la
Universidad Autónoma de Barcelona y autora de una veintena de obras de todo
tipo de géneros: cuentos, novelas, ensayos… Este año ha publicado con Alfaguara
Tiempo de inocencia, una autoficción
en la que regresa a su infancia para “resucitar a la niña que maté para tratar
de ver de nuevo el mundo con sus ojos”. Una niña “tímida, temerosa, asustadiza
y feúcha” de cuya mirada se sirve Riera para escribir la
crónica de una época, mediados del siglo veinte; un lugar, la Mallorca previa a
la invasión turística; y una clase social, la burguesía isleña.
Tiempo de inocencia está dedicado a su nieta Marina, pero me ha dejado más bien la sensación que lo escribió para sí misma, ¿me equivoco?
No, su nacimiento
fue la espoleta y lo escribí para que ella pudiera leerme cuando fuera mayor,
para mostrarle que hubo un mundo sin televisión, sin móviles, sin internet. ¡Qué
raro le parecerá, seguramente!
¿Qué sensación personal le ha dejado este viaje al
pasado?
Mientras escribí fue un poco duro, ahora ya lo he superado.
Creo que a última hora pensó en no publicar el libro,
pero ya era tarde. ¿Por qué barajó la idea de silenciar estos recuerdos?
Porque me parecía que
uno no debe mostrar a desconocidos sus intimidades, por pudor.
En el dossier de prensa se describe su obra como una
“novela autobiográfica”. Sin embargo, me
cuesta encajarla en el género novelesco y tampoco termino de verla como un
relato autobiográfico, aunque desde luego modela su propio personaje cuando era
una niña y su biografía para ofrecérsela al lector. ¿Estamos ante una
autoficción?
Denominar “novela” a Tiempo
de Inocencia es un error. Creo que quien se encargó del dossier se confundió o pensó que las
novelas venden más y por eso usó el término de manera equivocada. Fue una
lástima que no me lo enseñaran el dossier
antes de dárselo a la prensa. Mi libro pertenece a lo que podríamos llamar
estampas evocadoras de un mundo que ya no es.
En su relato está la
protección y la fuerza que siente cuando su padre coge su mano diminuta. El
sonido de las campanas de las iglesias que pautaban sus días de infancia. El
olor entremezclado a bacalao, cuerda, petróleo, olivas y esparto de alpargatas
del colmado. El sabor de las ensaimadas… Pero también están muy presentes sus miedos
infantiles al infierno, a la oscuridad, a los extraños, a los sabañones, a las
tormentas… ¿Qué pesa más?
Una mezcla, depende
del grado de nostalgia con la que rememoro. Daría cualquier cosa por recuperar
esa primera sensación táctil de amparo que me proporcionó la mano de mi padre,
pero en absoluto me gustaría verme de nuevo en la capilla del colegio,
tapándome la cara con las manos, avergonzada por no ir a comulgar.
Dice Ana María Matute que la infancia es la “edad total”,
que los adultos somos lo que nos queda del niño que fuimos y que “vivir cuesta
mucho”. Tanto, que “tal vez es un castigo”. ¿Comparte su opinión?
Sí, aunque la mía, queda claro en el libro, no fue un
paraíso.
En el prólogo dice usted que a partir de los diez años no
nos sucede nada importante en la vida o al menos que no se vive con la
intensidad de esos primeros años, de ese Tiempo
de inocencia del que habla esta obra. ¿Qué hace tan especiales esos
primeros años?
Los niños establecen
una relación con el mundo diferente a la de los adultos, se sienten parte de
él. Todo parece nuevo y hasta
mágico. Los acontecimientos se viven con
una intensidad enorme y eso nos afecta.
Si “la felicidad es aquello que apenas acaba de empezar”,
la vejez es…
Lo que está a punto de concluir… entramos en el periodo de
la felicidad vicaria.
¿Por qué cuando
nos vamos haciendo mayores necesitamos echar la vista atrás y trenzar
recuerdos? ¿Porque “nos topamos con la certeza de la muerte” y necesitamos
“aferrarnos a la vida”?
Sí, claro, recordar
es despertar. Nos despertamos niños, en otros lugares y en otras épocas y eso
nos permite revivir, es decir vivir dos veces, o por lo menos imaginar que es
así…
¿Somos lo que recordamos o más bien lo que no queremos
recordar? ¿Para qué sirve la memoria, para descubrir aquello que nos sucedió o
para encubrirlo?
En efecto, somos una mezcla de lo que recordamos y de lo que
tratamos de no recordar. Pero somos porque hemos sido, queramos o no. La
memoria es selectiva y dominable, de ahí los “olvidos” de tanta gente.
Dice usted que
no ha querido enmendarle la plana a la niña que fue y que por eso ha tratado de
que su visión adulta no se superpusiera a la visión infantil, aunque vista
desde ahora le pareciera ingenua o ilusa. ¿En Tiempo de inocencia está
todo lo que su yo infantil ha querido contar o su yo adulto le ha impedido
hurgar a fondo en determinados recuerdos?
No está todo, pero
sí gran parte y creo que hay poca autocensura. Me parece que la adulta ha
permitido que la niña campara a su aire.
Me da la sensación de que pasa de puntillas en lo que toca a sus hermanos, aunque quizá sea cosa mía…
Me da la sensación de que pasa de puntillas en lo que toca a sus hermanos, aunque quizá sea cosa mía…
Buena lectora,
ciertamente.
La obra se estructura
en capítulos muy breves, ¿por qué?
Porque son estampas,
que como cerezas van engarzándose y porque la estructura del texto me pareció
que así lo requería.
Cuenta que empezó a leer muy tarde y que las monjas
pensaron que era un poco retrasada. A mí me pasó lo mismo. ¿No será que lo que
era atrasada era su metodología docente?
Me alegro de encontrar a alguien como yo. Supongo que mis
monjas no acertaron con el método, no consiguieron interesarme. En Finlandia
los niños aprenden a leer muy rápido estimulados por el hecho de que las
películas de TV no se doblan, se subtitulan en finés y para entender los
dibujos animados de Disney necesitan saber leer. Ahí está el estímulo.
En varios momentos alude a la incorrección política de
determinados usos o costumbres de la época. Por ejemplo, cuando habla de los
Reyes Magos. ¿Qué opina de la corrección política aplicada a la literatura
actual?
Es una muestra más de la
hipocresía característica de nuestra sociedad. Un rasgo, otro más,
evidenciador de los tiempos miserables en los que vivimos, dominados por las
apariencias.
¿En qué está trabajando ahora?
En el discurso de la RAE.
Usted se ha manifestado contra el monolingüismo. ¿Cómo
valora la situación actual de la literatura escrita en catalán, gallego y
euskera?
No me he manifestado contra el monolingüismo, he dicho y
reitero que quienes tenemos como propias dos lenguas somos más ricos que quienes
tienen solo una y que las lenguas minoritarias de España son de todos. Creo que
el estado debiera fomentar su uso y protección para que no desaparezcan. El
castellano es una lengua fuerte y poderosa, magnífica, en expansión, cuyo uso
va incrementándose cada vez más en el mundo, con el catalán, el gallego o el
euskera no ocurre eso, de ahí que necesiten protección.
Lee aquí las primeras páginas de Tiempo de inocencia.
Lee aquí las primeras páginas de Tiempo de inocencia.
2 comentarios:
¡Estupenda entrevista! Gracias, me ha permitido descubrir una autora que no había leído y ya me he ocmprado el libro. Pro,ete mucho.
Gracias. Salud y libros.
Me alegro, Antonio. La obra tiene unos agujeros negros estupendos, ya verás... Me interesó tanto por lo que cuenta como por lo que intuyo que calla. Interesante escritora.
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