Anagrama. Barcelona, 2012
224 páginas. 17,90 €.
Quien
no conozca la narrativa de Richard Ford (1944, Jackson, Mississippi) leerá, quizá,
Flores en las grietas con cierta
distancia. Sin embargo, quienes lo admiren por lo que es -uno de los mejores
escritores estadounidenses y un antólogo prodigioso-, considerarán este libro
de reflexiones sobre la literatura y la vida como un volumen indispensable para
completar el canon fordiano, aunque las cosas como son: la obra de los grandes
narradores suele desmerecer sus consideraciones sobre el germen de la
literatura y sus inmersiones en la memoria personal porque, en su caso, la
realidad casi nunca supera a la ficción. Y eso es lo que sucede con estas Flores en las grietas de Ford.
Por muy interesante que resulte su recuerdo
compartido de un instante de felicidad con su padre, su etapa de convivencia en
un hotel con su abuelo cuando era solo un adolescente o, ya en un plano
literario, sus agudas reflexiones sobre el sentido de la escritura, su
aproximación a Chéjov como padre de la cuentística contemporánea o su apasionante
retrato de su amigo Raymond Carver, son prescindibles para aquellos que aún no
han tenido la oportunidad de leer, por ejemplo, la trilogía protagonizada por
Frank Bascombe -El periodista deportivo,
El Día de la Independencia y Acción de Gracias-, sus libros de
relatos –Rock Spring- y volúmenes
como su Antología del cuento norteamericano
que, junto a la Biblia, es lectura
obligada para todos los amantes de los relatos buenos de verdad.
® Robert Yager |
Aun así, y pese a que a este ramo compuesto a
sugerencia del editor Jorge Herralde le faltan algunas flores particularmente
hermosas, como el prólogo de la ya citada antología, Flores en las grietas es mucho más que uno de esos centros,
meramente decorativos, al que recurren muchos escritores, en un momento dado de
su trayectoria, para explicar su oficio porque, a diferencia de éstos, la obra
de Ford contiene reflexiones que, por su clarividencia, huelen a gloria. Solo
dos ejemplos:
- Uno: “… los verdaderos dueños del poder preferirían que poseyerais y utilizarais un Mac-10 antes que El guardián entre el centeno”.
- Y dos: “…quiero sentirme libre para escribir lo que crea que puedo escribir bien, sea lo que fuere. Quiero que mis historias, si es posible, afecten a los lectores como la gran literatura me ha afectado a mí, es decir, que sea el hacha para el mar congelado que está dentro de nosotros, que sea, como escribió Dürrenmatt, una rebelión contra la muerte”. Puro color literario en mitad de la grisura asfáltica que nos rodea.
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