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miércoles, 24 de abril de 2013

Vargas Llosa publicará su nueva novela, 'El héroe discreto', en septiembre de 2013

El 12 de septiembre de 2013 Alfaguara publicará, en lanzamiento simultáneo en todo el ámbito de la lengua castellana, el nuevo libro de Mario Vargas Llosa, que lleva por título El héroe discreto.

La novela cuenta la historia paralela de dos personajes: el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, un pequeño empresario de Piura que es extorsionado e Ismael Carrera, un exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, quien urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes que quisieron verlo muerto. Viejos conocidos del mundo vargallosiano aparecen en estas páginas: el sargento Lituma y los inconquistables, don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, todos moviéndose ahora en un Perú muy próspero.

Ambos personajes son, a su modo, discretos rebeldes que intentan hacerse cargo de sus propios destinos, pues tanto Ismael como Felícito le echan un pulso al curso de los acontecimientos. Mientras Ismael desafía todas las convenciones de su clase, Felícito se aferra a unas pocas máximas para plantar cara al chantaje. No son justicieros, pero están por encima de las mezquindades de su entorno para vivir según sus ideales y deseos.
 
Un libro lleno, por lo visto, de humor, en clave de melodrama, que ocurre en el pujante Perú actual, donde Piura y Lima ya no son espacios físicos, sino reinos de la imaginación poblados por los personajes de Mario Vargas Llosa
 
 

martes, 8 de mayo de 2012

El narrador


Mario Vargas Llosa incluye en Cartas a un joven novelista  -“un ensayo sobre la manera como nacen y se escriben las novelas”- interesantes reflexiones en forma epistolar sobre el arte de narrar. A continuación recojo algunas de sus ideas sobre el narrador:

“[…] Me gustaría que habláramos hoy del narrador, el personaje más importante de todas las novelas (sin ninguna excepción) y del que, en cierta forma, dependen todos los demás […] El narrador es siempre un personaje inventado, un ser de ficción, al igual que los otros, aquellos a los que él ‹‹cuenta››, pero más importante que ellos, pues de la manera como actúa –mostrándose explícito o elusivo, gárrulo o sobrio, juguetón o serio- depende que éstos nos persuadan de su verdad o nos disuadan de ella y nos parezcan títeres o caricaturas […]”.

“El primer problema que debe resolver el autor de una novela es el siguiente: ‹‹¿Quién va a contar la historia?›› Las posibilidades parecen innumerables, pero, en términos generales, se reducen en verdad a tres opciones: un narrador-personaje, un narrador omnisciente exterior y ajeno a la historia que cuenta, o un narrador-ambiguo del que no se está claro si narra desde dentro o desde fuera del mundo narrado […]”.

“Para averiguar cuál fue la elección del autor, basta comprobar desde qué persona gramatical está contada la ficción: si desde un él, un yo o un. La persona gramatical desde la que habla el narrador nos informa sobre la situación que él ocupa en relación con el espacio donde ocurre la historia que nos refiere. Si lo hace desde un yo (o desde un nosotros, caso raro pero no imposible, acuérdese de Ciudadela [Citadelle] de Antoine de Saint-Exupéry o de muchos pasajes de Las uvas de la ira [The Grapes of Wrath] de John Steinbeck) está dentro de ese espacio, alternando con los personajes de la historia. Si lo hace en tercera persona, un él, está fuera del espacio narrado, pues lo ve todo, lo más infinitamente grande y lo más infinitamente pequeño del mundo narrado, y lo sabe todo, pero no forma parte de ese mundo, al que nos va mostrando desde afuera, desde la perspectiva de su mirada volante”.

jueves, 26 de enero de 2012

El amor de mi vida

Alfaguara. Madrid, 2011
269 páginas. 18 €

Rosa Montero piensa, como Vargas Llosa, que lo más importante que le ha pasado en la vida ha sido aprender a leer. Que sin escribir se volvería loca, pero sin leer se vería abocada a “la muerte instantánea”. Los libros son, pues, para la periodista y escritora madrileña, parte de su esencia. “En muchos sentidos, el amor de mi vida”, confiesa Montero en una frase que titula este volumen y que, en buena medida, lo explica. Porque los textos que contiene, que hibridan el ensayo literario con el relato testimonial y el artículo periodístico, son una auténtica declaración de amor por los libros. Pura pasión lectora, desde el singular punto de vista Montero, que abarca grandes obras de la literatura universal (Frankenstein, El corazón de las tinieblas, Las mil y una noches…) y títulos actuales (La tercera virgen, de Fred Vargas o Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente) vinculando su estudio con el contexto social en el que fueron creados o aflorando curiosas facetas de sus autores.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Confesiones de un joven novelista

Traducción de Guillem Sans Mora.
224 páginas. 17,90 €. EPUB: 12,99 €.

Umberto Eco (Alessandria, 1932) tiene las condiciones donjuanescas propias de un seductor literario, capaz de bajar a las cabañas y subir a los palacios, pero en esencia es un escritor aristocrático. Le gusta establecer una complicidad silenciosa con el lector sofisticado, mediante contraseñas y alusiones cultas, indescifrables para el público común, aunque esos guiños académicos adicionales no impiden que la generalidad pueda paladear historias como El péndulo de Foucault. Ahí reside uno de los innumerables méritos de este escritor atento a las minorías, pero indudablemente mayoritario.

Sin embargo, Confesiones de un joven novelista no es un ensayo para todos los públicos porque recopila cuatro conferencias que el profesor italiano -actualmente titular de la cátedra de Semiótica y director de la Escuela Superior de Estudios Humanísticos de la universidad de Bolonia-, impartió en Harvard. Se trata, pues, de textos intencionadamente académicos y que, llevados al papel, se dirigen a lectores refinados y tenaces. Son lecciones para iniciados a los que no les importe leer sus textos “dos veces, quizá incluso varias veces, para poder entenderlo mejor”, donde Eco apenas revela las recetas de su cocina creativa, más allá de algunos ingredientes ya conocidos: sus novelas crecen a partir de ideas fecundas que son poco más que imágenes; durante los años de gestación literaria se recluye en una especie de castillo encantado en el que, “en un estado de enajenación autista”, se dedica a recopilar documentos, dibujar mapas, esbozar las caras de sus personajes…

Pese a que el título alude a una supuesta confesión, lo cierto es que Eco calla más que cuenta y, por tanto, satisfará poco la curiosidad de sus lectores incondicionales a la caza de pistas sobre su oficio como escritor. Y, hablando del título, Eco tampoco es un joven novelista. Aunque publicó su primera novela, El nombre de la rosa, en 1980 y, por tanto, su edad literaria apenas supera los treinta años, lo cierto es que está a punto de convertirse en octogenario. Bromas de sabio.

Descartadas las confesiones y la presunta juventud de Eco, quedan las lecciones. Aquellos que nunca se hayan interrogado sobre la naturaleza de los personajes de ficción, entenderán mejor por qué mucha gente siente solo una ligera inquietud por la muerte de hambre de millones de individuos reales, mientras llora desconsolada la muerte ficcional de Ana Karenina. Nada que no haya contado ya, y mejor, por ejemplo, Mario Vargas Llosa, pero sin duda interesante visto bajo el prisma reflexivo del erudito italiano. Mucho más, en cualquier caso, que las ochenta y tres páginas que Eco dedica a las listas, regodeándose en una afición al flatus vocis –el puro placer del sonido- reservada para obsesos de este mecanismo literario, y que ya trató, por cierto, en El vértigo de las listas.

miércoles, 24 de agosto de 2011

El sueño del celta

Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Madrid. 2010
454 páginas. 22 euros

La Academia sueca entregará, el próximo viernes, el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa por "su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo". Y eso es, en sustancia, El sueño del celta. Por un lado, la obra mapea la “maldad institucionalizada” por el colonialismo. Por otro, condena con acritud la resistencia nacionalista de Roger Casement (1864-1916). Un aventurero poliédrico, defensor de los derechos humanos, pero también, desde la óptica vargasllosiana, un ingenuo e impráctico rebelde cuyo sueño celta en pos de una Irlanda emancipada del poder británico devino en pesadilla mortal. Además, la divulgación de sus diarios, en los que describe “obscenidades pestilentes” de carácter homosexual, lo excluyó hasta hace poco del panteón de las celebridades de la independencia irlandesa, convirtiéndolo en un héroe derrotado por el olvido.

La acción arranca con Casement recluido en la prisión de Pentonville, tras ser condenado a la horca por propiciar la colaboración alemana en el alzamiento irlandés de Pascua de 1916. Cincuenta científicos, intelectuales y políticos firman una petición de clemencia para que Inglaterra conmute la pena. Casement espera. Y esa espera tensa como un músculo la narración de todos los capítulos impares de la novela -magnífica, en particular, la utilización del carcelero como actante especular del protagonista-. Sin embargo, en los capítulos pares la expresividad flaquea. El narrador informa sobre el recorrido vital del protagonista en una crónica tan detallada que invita a la lectura saltarina. Esa que te lleva a omitir determinados fragmentos y seguir leyendo más abajo.

De esta forma, seguimos los pasos de Casement mientras elabora dos informes memorables sobre las atrocidades cometidas por los caucheros a principios del siglo XX en el Congo belga y el Putumayo peruano. El narrador muestra aquí a la “fiera humana” que trata a los indígenas “como animales sin alma”. Como en El corazón de las tinieblas, de Conrad, nos sumergimos directamente en el infierno. En las catacumbas del ser humano que escudriñan las grandes novelas. Esas que te permiten entrever alguna respuesta, pero sobre todo te dejan un runrún de infinitas preguntas. Una al azar: ¿hubiera firmado Vargas Llosa la petición de clemencia para Casement o se hubiera negado, como Conrad?

Hojea el libro

jueves, 14 de octubre de 2010

Un Nobel "podrido de literatura"


Foto: Alfaguara.

Los he contado. Tengo dieciséis novelas y ensayos de Vargas Llosa en casa. Si le sumamos los dos que he prestado y nunca me han devuelto y los cuatro o cinco que he sacado de la biblioteca, debo haber leído más de veinte de sus libros. Más que de ningún otro autor.


 
Vargas Llosa me abdujo con La ciudad y los perros hace casi treinta años, cuando yo apenas tenía veinte. Al principio, me resistí a caer en sus brazos literarios por sus filiaciones conservadoras, tan distantes de mis querencias. Sin embargo, pese a mis iniciales remilgos ideológicos, sucumbí pronto a su hechizo.


 
Lo que primero me sedujo fue su capacidad para crear historias. Las grandes verdades que emergen tras las grandes mentiras de ficción de este gran fabulador.


 
Pasado el tiempo, cuando afiné el paladar literario, descubrí que Vargas Llosa es un relojero literario de precisión suiza. Un arquitecto minucioso que sostiene la trama de sus obras en andamiajes técnicamente perfectos. Por eso y porque no solo está “podrido de literatura”, como decía Borges, sino que nos ha podrido de literatura a todos cuantos nos hemos acercado a su obra, estoy feliz con su premio Nobel.