jueves, 14 de octubre de 2010

Un Nobel "podrido de literatura"


Foto: Alfaguara.

Los he contado. Tengo dieciséis novelas y ensayos de Vargas Llosa en casa. Si le sumamos los dos que he prestado y nunca me han devuelto y los cuatro o cinco que he sacado de la biblioteca, debo haber leído más de veinte de sus libros. Más que de ningún otro autor.


 
Vargas Llosa me abdujo con La ciudad y los perros hace casi treinta años, cuando yo apenas tenía veinte. Al principio, me resistí a caer en sus brazos literarios por sus filiaciones conservadoras, tan distantes de mis querencias. Sin embargo, pese a mis iniciales remilgos ideológicos, sucumbí pronto a su hechizo.


 
Lo que primero me sedujo fue su capacidad para crear historias. Las grandes verdades que emergen tras las grandes mentiras de ficción de este gran fabulador.


 
Pasado el tiempo, cuando afiné el paladar literario, descubrí que Vargas Llosa es un relojero literario de precisión suiza. Un arquitecto minucioso que sostiene la trama de sus obras en andamiajes técnicamente perfectos. Por eso y porque no solo está “podrido de literatura”, como decía Borges, sino que nos ha podrido de literatura a todos cuantos nos hemos acercado a su obra, estoy feliz con su premio Nobel.

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