jueves, 26 de enero de 2012

El amor de mi vida

Alfaguara. Madrid, 2011
269 páginas. 18 €

Rosa Montero piensa, como Vargas Llosa, que lo más importante que le ha pasado en la vida ha sido aprender a leer. Que sin escribir se volvería loca, pero sin leer se vería abocada a “la muerte instantánea”. Los libros son, pues, para la periodista y escritora madrileña, parte de su esencia. “En muchos sentidos, el amor de mi vida”, confiesa Montero en una frase que titula este volumen y que, en buena medida, lo explica. Porque los textos que contiene, que hibridan el ensayo literario con el relato testimonial y el artículo periodístico, son una auténtica declaración de amor por los libros. Pura pasión lectora, desde el singular punto de vista Montero, que abarca grandes obras de la literatura universal (Frankenstein, El corazón de las tinieblas, Las mil y una noches…) y títulos actuales (La tercera virgen, de Fred Vargas o Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente) vinculando su estudio con el contexto social en el que fueron creados o aflorando curiosas facetas de sus autores.
Por ejemplo, que “la nómina de escritores beodos” es interminable: Onetti, Rulfo, Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Scott Fitzgerald, Raymond Carver, Faulkner, Hemingway, Steinbeck…  O la perfidia y egocentrismo de Gertrude Stein, la afición de Nabokov por perseguir mariposas y las tinieblas del novelista, poeta y periodista César González Ruano, al que define, en el momento de mayor indulgencia, como “un vividor, un fantasmón, un petrimetre más bien cutre y estropeado”…
El amor de mi vida recopila los textos correspondientes a la serie ‹‹Mundos de papel››, publicados en El País en 1998, y a ‹‹Lecturas compartidas››, aparecidos más recientemente. Todos tienen en común ese punto de frescura y amenidad que suele caracterizar la obra de Montero, convirtiéndola en apta para todos los públicos y, en particular, para aquellos que no saben vivir sin la literatura, como la entrañable anciana de la fotografía de portada, encamada con su gorro y su toquilla y aferrada, con el libro que tiene en sus manos, a la esperanza lectora que no es sino “la esperanza de poder entender a otro ser humano”. 

1 comentarios:

Vicente dijo...

No se quien dijo que no leer es como tener un desván vacío. Leer es la consecuencia lógica del insólito encuentro entre la curiosidad y la alfabetización.Cuando estoy en tu casa,puedo evitar un jugoso y tentador bollo de chocolate con el auntocontrol de una supermodelo, sin embargo, me es imposible evitar mirar todos los libros que me encuentro a cada paso, que hacen de tu casa un sitio tan especial y acogedor.Leer es el privilegio de "hablar" con personas a las que merece la pena escuchar, y aparte de engañar a la soledad, nos hace menos dependientes de los demás, punto este no menos importante, pues las supermodelos son muy volátiles.