Javier Arriero
Retamar (Talavera de la Reina, 1971) es autor de La foliada, Si te
nombro al revés, Cinco millones de cerdos, Siniestra y Lo
que ocultan los paraguas, la última aventura de Tom Sawyer (y Huckleberry) .
Hombre lobo hombre, recién publicada por Suburbano Ediciones, es su
sexta novela. Una obra sorprendente en la que el autor reflexiona sobre la
violencia, su amparo social y la esencia dual, animal y racional, del hombre.
Usted se ha mostrado
en alguna ocasión muy crítico con la industria editorial. A su juicio, “el futuro de la literatura se llama libro electrónico”. ¿Por eso ha optado por publicar su última
novela con un sello digital?
Creo en el poder humanizador de la
literatura y creo en el poder deshumanizador del negocio, por eso creo que arte
y negocio han de ser asuntos distintos. A la industria editorial le importa el
consumo, no el lector, y domina el mercado. El
libro electrónico es una revolución: reduce enormemente los costes de edición,
lo que permite publicar obras lo suficientemente arriesgadas y singulares como
para tener valor literario, y las hace accesibles a cualquier bolsillo en
cualquier lugar del mundo. Por eso he decidido publicar Hombre lobo hombre en formato electrónico.
¿Podría hacernos una
breve sinopsis de la novela?
Martin Wood, un pusilánime
vendedor de santos, se ve involucrado accidentalmente en un atentado
terrorista. Tanto el IRA como la policía tratan de capturarlo y Martin busca
refugio en su aldea natal. Descubre que la aldea es más extraña de lo que
recordaba; las nubes no se mueven, sus habitantes ocultan un secreto sangriento
y su antiguo amor, Berlín, es una mujer lobo. Ella despierta en Martin una
bestia que le escinde cuya violencia comienza a dominarlo. Comprende que la
bestia acabará por poseerlo, y si logra resistirse a su domino, Berlín lo
devorará. Es entonces cuando el demonio llama a su puerta para revelarle que su
participación en el atentado no es tan involuntaria como se cuenta a sí mismo.
Y Martin tendrá que responderse a una pregunta decisiva: en qué consiste ser
humano.
¿En qué género la
encuadraría? ¿Estamos ante una novela fantástica con tramoya realista y
trasfondo filosófico?
Hombre lobo hombre es
literatura fantástica. Es una novela de hombres lobo. Literalmente. Y también
metafóricamente. La literatura fantástica no habla de hadas, hombres lobo o
vampiros, habla del ser humano a través de las hadas, los hombres lobo y los
vampiros. La literatura fantástica construye una imagen inesperada de lo
esperable.
Creo está
injustificada porque toda literatura es imaginación. Mordor es un universo tan
imaginario como Yoknapatawpha o Macondo, y Drácula es tan ficticio como Madame
Bovary. ¿Cuál es el límite donde la imaginación debe detenerse, quién tiene
potestad para trazar ese límite?
Cuando Martin Wood,
el protagonista, regresa a su aldea natal, nos encontramos en un escenario
fantástico. Un sitio con hombres lobo, damas aparecidas, hadas, donde las nubes
no se mueven… Y en la otra cara de la moneda tenemos una historia transita por
un espacio más real, el de la fuga de Martin Wood de Belfast para huir de la
policía tras verse involucrado en un atentado terrorista del IRA. Difícil
fusión… ¿o es fisión?
Hay un aspecto de la cultura celta que
me fascina; la idea de que en mitad de la cotidianidad, en un parpadeo, puedes
verte súbitamente trasladado a un universo mistérico que es la zona subterránea
de éste, donde se anuda y relaciona lo que a este lado parece inexplicado. Esa
misma fusión entre espacios superficialmente separados pero íntimamente
relacionados está a nuestro alrededor, aunque no siempre somos conscientes de
ello. Hay muchos universos mentales en este mismo mundo.
He leído en alguna
parte que habla de sí mismo como un ser duplicado que es al mismo tiempo “el
animal instintivo que todos llevamos dentro y también el ciudadano civilizado
que trata de silenciarlo”. Martin afirma al inicio de la novela: “Soy un hombre
lobo. Todos lo somos”. ¿Estamos condenados a llevar “el mal dentro” como dice
Fergus, uno de los secundarios?
La
relación entre nuestro Hyde y nuestro Jekyll es tremendamente compleja. No
estamos condenados al mal, estamos condenados a que nuestro Jekyll y nuestro
Hyde forcejeen constantemente. El gemelo feo es más viejo y más astuto, tiene
menos palabras pero a menudo tiene la última, y vencerá desde lo subrepticio si
no logramos aceptarlo. Y para aceptarlo hay que sacarlo del sótano y mirarlo
directamente a los ojos, que es lo que finalmente logra Martin Wood.
El título remite
directamente a la locución del comediógrafo latino Tito Macio Plauto, en su
obra Asinaria, que viene a decir algo así como: “Lobo es el hombre para
el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. ¿Se inspiró en ello
o tiene otro origen?
Plauto
resume la idea con tanto acierto que todavía sigue expresándose en esta forma,
pero creo que pasa por alto un aspecto fundamental: Lobo es el hombre para el
hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro… y también cuando se desconoce a sí mismo.
Sentimos un rechazo instintivo hacia el otro. No podemos evitarlo, es una
característica evolutiva. Es humano. Lo negamos ante los demás, porque es
políticamente correcto, pero peor, lo negamos ante nosotros mismos. Y negarlo
lo potencia, no lo desactiva. Lo desactiva aceptarlo, y desmontarlo. Desde la
razón, pero más importante aún, desde la emoción. Porque el miedo es emoción y
sólo responde a la emoción.
Usted ha descrito su
novela como un viaje de ida y vuelta hacia el animal instintivo que todos
llevamos dentro y que decide por nosotros más a menudo de lo que creemos, como
una especie de voluntad en la sombra que tratamos inútilmente de acallar. Su protagonista, Martin, culmina de alguna
forma ese viaje, pero ¿y su antagonista, Berlín, la mujer loba?
Para
Berlín no hay retorno. Martin y Berlín distinguen la maldad en su interior, la
asumen costosamente, y el reconocimiento de su animal instintivo les permite
comprenderse más profundamente. Pero Martin decide seguir siendo un animal
social y reconocerse en los otros. Berlín decide ser un animal y dejar de
reconocerse en los demás, situándose en un lugar que está más allá de lo moral.
Para ella, el animal contiene una liberación. El problema es que esa sensación
de libertad es ficticia porque sin capacidad de decisión no hay libertad.
Hablando de Martin,
resulta interesante el arco que dibuja su personaje. El hecho de que pase de
ser un pacífico vendedor de santos, un inofensivo librero de 42 años
bastante cobarde y un poco lerdo,
completamente ajeno a lo que entiende por un hombre de acción, a un supuesto
terrorista en fuga en relaciones con toda una mujer lobo…
Martin
es arrancado de esa aldea primigenia cuyas reglas domina y trasladado a otro
mundo donde se ve sometido a una identidad arbitraria. Está en Belfast, en la
década del setenta, en una barriada pobre de católicos simpatizantes del IRA.
Inevitablemente él también acaba siendo el lugar que le ha tocado ocupar. Lo
único que le salva de emular a los héroes de su entorno y convertirse en un
miembro del IRA es su rechazo emocional a la violencia, que identifica ante sí
mismo como cobardía porque ese es el nombre que recibe en su entorno ese tipo
de rechazo emocional.
Teniendo en cuenta
que cada historia requiere de sus propios mecanismos para ser contada, ¿por qué
optó por narrarla en primera persona, saltando del punto de vista de Martin
Wood a la voz de la inquietante Berlín, con esas frases de aliento corto, el
recurso constante al diálogo para vehicular la acción y esa atmósfera de
embrujo, primigenia y fragilidad?
Una de
las mayores dificultades de esta novela, y por lo que me ha llevado tanto
tiempo y tantas reescrituras concluirla, era encontrar el narrador adecuado.
Martin articula desde su mirada la narración, mostrándonos su propia
cosmogonía, en ocasiones explicándose a sí mismo a través de sus narraciones
personales. Y al mismo tiempo sabe que necesita saber desde los demás, y por
eso en muchas ocasiones calla y escucha.
Incluso llega a contemplarse a sí mismo desde fuera, comunicando al lector la
misma estupefacción que él siente ante su transformación en un ser básico y
violento. En cuanto a la atmósfera, era importante representar con ancho, alto
y profundidad, de modo envolvente, cada uno de los lugares que Martin ocupa,
introduciendo al lector en ellos para que pueda comprender mejor lo que sucede
dentro de Martin experimentando lo que le rodea.
¿Por qué eligió el
conflicto irlandés como telón de fondo en vez de elegir algo más próximo, como
el terrorismo de ETA?
El terrorismo de ETA está quema cuento
toca, genera más pasión que reflexión, nos impide ver. El conflicto irlandés,
en cambio, ha cesado, es distante y además ha sido recreado por la ficción en
suficientes ocasiones como para que forme parte del imaginario colectivo. El
lector puede contemplarlo con el suficiente distanciamiento como para
distinguir cuáles son sus formas básicas, y en qué medida se repiten una y otra
vez en distintos lugares y tiempos.
Su novela contiene
una buena dosis de crítica hacia el orden establecido, del que no hay fuga
posible porque viene a ser igual en todas partes. Si nos transformarnos en
bestias tampoco es una salida, ¿qué nos queda? ¿La escritura porque, como dice
Martin, “escribir es lo que me hace
humano”?
Nuestra
reacción instintiva ante el otro es siempre de temor, y el miedo genera violencia. Para poder
exterminar al enemigo primero lo deshumanizamos, negamos cualquier relación
emocional con lo que él es. Pero a través de la narración nos vemos obligados a
reconocernos en él porque nos vemos obligados a compartir sus emociones, y por
tanto el otro deja de ser un monstruo y se convierte en otra forma de nosotros
mismos. Narrarnos es lo que nos hace humanos, leer al otro es lo que nos hace
humanos. Esa es la salida.
Para más información: Suburbano Ediciones.
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