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martes, 15 de mayo de 2012

Escritores descalzos

Rodolfo Braceli
Clave Intelectual. Madrid, 2012
197 págs. 15 €

Rodolfo Braceli es, entre otras muchas cosas, un periodista de talento con una visión y práctica del oficio heterodoxa, ajena los dictados de los “maestrudos” y sus manuales.

Gracias a su particular método, que esboza en el último capítulo de este libro, logra que “el entrevistado suelte la chaveta del autocontrol, salga de ese traje que lo mantiene dentro de lo políticamente correcto o de la simulación de lo políticamente incorrecto”. Y eso es, precisamente, lo mejor de Escritores descalzos.  La forma en que Braceli descalza –es decir, desnuda- a los siete escritores (y dos personajes más) que aparecen en estas "conversAcciones". Cómo rastrea no su tinta literaria, sino esa otra tinta que se nutre de olores, comidas, miedos o supersticiones.

Entre los personajes radiografiados se encuentran Gabriel García Márquez, Ray Bradbury y Woody Allen. También algún no escritor, como Norah Borges, hermana de Jorge Luis, a quien se aproxima para saber cómo era Borges “en la tinta de los años de su niñez, adolescencia y juventud”. Pero el capítulo más brillante es, quizá, el que dedica al autor argentino. Extracta conversaciones mantenidas con él desde 1965 hasta 1983, revelando no ya a los dos Borges reconocidos por el escritor, sino al tercero, esa “especie de inquilino atroz” que profería barbaridades (“Yo no entiendo cómo alguien puede sentirse orgulloso de ser vasco… Los vascos me parecen más inservibles que los negros, y fíjese que los negros no han servido para otra cosa que para ser esclavos”).

domingo, 14 de agosto de 2011

Retratos y encuentros

Gay Talese
Traducción de Carlos José Restrepo
Alfaguara. Madrid. 2010
302 páginas. 19,50 euros

Gay Talese (Ocean City, 1932) recopila en Retratos y encuentros algunos de sus más célebres reportajes como “escritor de no ficción que practica la literatura de la realidad”. Heredero de la minuciosidad de su padre, un sastre calabrés reservado y caballeroso, y de la curiosidad infinita de su madre, una italo-americana que le enseñó a “escuchar con paciencia y cuidado y a no interrumpir nunca”, la mirada y la sensibilidad de este “norteamericano pueblerino” bordan en este libro algunos retratos memorables de iconos de la cultura como Frank Sinatra o Peter O’Toole, y del deporte, como Joe DiMaggio y Muhammad Alí. Retratos escritos con puntadas cortas, desde el detalle, en los que se entrevé la pasión de Talese por la verdad.

Desde la portada, el “padre”, según Tom Wolfe, del nuevo periodismo sonríe a sus lectores ataviado como es habitual en él. Traje hecho a medida. Chaleco. Pañuelo de seda asomando por el bolsillo izquierdo de la chaqueta. Sombrero. Como salido de una película de cine negro americano. Dentro, su pluma de gentleman radiografía con pulso firme verdades como la de Mohammad Alí cuando, a los 54 años y enfermo ya de Parkinson, viajó a Cuba para participar en una misión humanitaria. El ex campeón del mundo de los pesos pesados, fanfarrón, provocador y locuaz en sus años de boxeador, es, cuando lo retrata Talese, un tipo al que lleva treinta segundos escribir su autógrafo a los admiradores. Alguien que, cuando es recibido por Fidel Castro, no es capaz de decir palabra. O la verdad de Sinatra. “El jefe. Il Padrone”, le llama Talese en Frank Sinatra está resfriado, en el que retrata a la estrella cuando está a punto de grabar un especial para la NBC, expectante y tenso ante la posibilidad de que la congestión nasal afecte a su voz.

Sin embargo, Talese brilla especialmente cuando perfila la vida cotidiana de la gente “común”. Se nota que le gusta buscar sus historias entre “la población desatendida, no noticiable, que está por todas partes pero que rara vez es tenida en cuenta por los periodistas”. Y lo hace como nadie. Lástima que en esta antología magistral, periodismo literario en estado puro, los retratados sean siempre hombres y que las mujeres que transitan, como sombras fugaces, por sus páginas lo hagan siempre en calidad de madres o esposas.

Lee las primeras páginas de Retratos y encuentros.

lunes, 28 de febrero de 2011

¿Puedo mentir?

¿Cuánto de ficción puede tener una columna como esta? ¿Puedo mentir? Estas preguntas vienen a cuento de la feroz polémica surgida entre Javier Cercas, columnista de El País y autor de Soldados de Salamina, y el periodista Arcadi Espada, de El Mundo. Para Cercas, los periódicos pueden incluir artículos en los que "no todo lo que se cuenta responde a la verdad". Como hizo Francisco Rico en una columna contra la Ley Antitabaco, en la que, siendo un fumador empedernido, se identificó como no fumador. Al otro lado del cuadrilátero de esta pelea de papel se sitúa Arcadi Espada, a quien no se le ocurrió otra cosa que publicar que Cercas había sido detenido en un prostíbulo de Madrid para, con esta mentira, poner en entredicho la tesis del escritor. Particularmente, creo que en la ficción cabe todo, que la verdad literaria se construye con grandes mentiras. Pero no creo que el periodismo, cuya credibilidad está ya más que erosionada por las verdades oficiales y las mentiras interesadas de los diferentes grupos de poder, deba enturbiarse más. Cuando leen un periódico, los ciudadanos quieren aproximarse a la noticia, no que les cuenten cuentos. Y menos, cuentos de miedo como el que usó Espada para escarmentar a Cercas.

domingo, 1 de agosto de 2010

Wikifiltraciones

William Mark Felt fue, durante décadas, la fuente periodística anónima más famosa del mundo. Seguro que no recuerdan su nombre, pero lo conocen. Bob Woodward y Carl Bernstein lo bautizaron como “Garganta Profunda”, nombre de una famosa película pornográfica de los setenta. Felt fue el ambicioso y rencoroso ex agente del FBI que ayudó a Woodward y Bernstein a conseguir lo imposible. Lograron que Nixon dimitiera al confirmar su implicación en el caso Watergate, convirtiéndose en el primer y único presidente estadounidense que renuncia a su cargo.

Casi cuarenta años después, los Gargantas Profundas están online. Ya no hay misteriosos encuentros en aparcamientos subterráneos, ni llamadas telefónicas. No tienen que coger un montón de papeles y entregárselos a un periodista, como hizo un colega de Felt llamado Daniel Elsberg, un alto funcionario del Pentágono, que divulgó comprometidos documentos sobre la guerra del Vietnam. Ahora, los Gargantas Profundas usan Internet. Hacen ‘clic’ y difunden cualquier secreto al mundo entero a través de un portal llamado Wikileaks (wikifiltraciones, en castellano).

La reciente publicación de más de 90.000 documentos secretos sobre la guerra de Afganistán en esta web marca un punto de inflexión en el escenario global en el que nos manejamos. Los gobiernos se han puesto nerviosos, no solo por las repercusión que la madre de todas las filtraciones puede tener –aceleración de la salida de tropas, replanteamiento de relaciones con Pakistán-, sino por que ha quedado clara su vulnerabilidad digital. Los periódicos y los periodistas también se han agitado con el pelotazo informativo, porque cuestiona la necesidad de que sigan oficiando como mediadores entre lo que pasa y los ciudadanos.

Particularmente, me alegro de que Internet permita la difusión de noticias que no sé hasta qué punto se atreverían a difundir los medios convencionales. El fundador de Wikileaks anuncia que tienen documentos secretos de todos los países del mundo con más de un millón de habitantes. Yo estoy impaciente porque en su todavía exiguo listado de países publicados aparezca la palabra Spain.