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lunes, 12 de agosto de 2013

Sherlock Holmes se equivocó

El caso del perro de los Baskerville
Pierre Bayard
Traducción de Javier Albiñana

Anagrama. Barcelona, 2011
200 páginas. 17,50 euros


Desde que Arthur Conan Doyle publicó El perro de los Baskerville en The Strand Magazine entre 1901 y 1902, nadie había cuestionado que el culpable de los atroces crímenes que ensangrentaron el páramo de Dartmoor fuera el naturalista Jack Stapleton, ayudado por su temible sabueso.

Pierre Bayard (1954), profesor de literatura francesa en la Universidad de París, sostiene ahora en este ensayo que Sherlock Holmes se equivocó en sus pesquisas y que el auténtico asesino, agazapado en la novela desde hace más de un siglo, escapó a la justicia. Así pues, reabre el caso para desenmascararlo promoviendo, de forma paralela, una apasionante reflexión teórica sobre la naturaleza de los personajes literarios, que no son seres de papel, “sino criaturas vivas que llevan una existencia autónoma en los libros, llegando en ocasiones a cometer crímenes a espaldas del autor”.

Pierre Bayard

Poco a poco, manejando la intriga como un experto en el género, el detective Bayard aplica la lupa de la crítica policial sobre la novela y desmonta los indicios existentes contra Stapleton. No solo detalla los errores deductivos de Holmes y sus dificultades para valorar la realidad, sino que también desacredita al doctor Watson como personaje narrador, ya que al estar íntimamente involucrado en el caso es claramente subjetivo y porque, además, se nos presenta como un “tonto rematado”.



Arthur Conan Doyle
Pero, ¿por qué Conan Doyle no advirtió que uno de sus personajes, el auténtico asesino, se había sustraído definitivamente a su control y se divertía induciendo al error a Sherlock Holmes? Porque el autor sufría un mal literario que Bayard denomina ‹‹complejo Holmes››. Una “relación pasional que lleva a algunos creadores o a algunos lectores a dar vida a personajes de ficción y a establecer con ellos vínculos de amor o de destrucción”. Y es que, pese a que Holmes le reportó éxito y fortuna, Doyle le odiaba. Tanto, que decidió matarlo en El problema final, aunque la presión de los lectores forzó su reaparición en El perro de los Baskerville donde, abrumado por la angustia que le provocaba su convivencia psíquica con el detective, Doyle le perjudicó sin darse cuenta, haciendo que incurriera en inexactitudes y torpezas e impidiendo que atrapara al auténtico asesino del páramo, revelado, como es elemental, al final de este magnífico ensayo.

Lee un fragmento de este libro.

martes, 13 de noviembre de 2012

Deja en paz al diablo

John Verdon
Traducción de Javier Guerrero
Roca Editorial. Barcelona, 2012
496 páginas. 19,95 €

Deja en paz al diablo es uno de esos thrillers que no puedes dejar de leer hasta que llegas al final y compruebas si tus deducciones sobre la identidad del presunto asesino eran correctas o erróneas. John Verdon, un septuagenario neoyorkino procedente del mundo de la publicidad, conoce como pocos los estímulos que activan la salivación lectora, condicionada por enigmas que desafían la inteligencia aderezados con sabias dosis de acción que asimilan prácticamente nuestra respuesta con la de los perros pavlovianos

La campanilla de la que se sirve en esta ocasión Verdon para condicionar una lectura compulsiva, al más puro estilo best-seller, suena a misterio bien construido. La tercera entrega protagonizada por Dave Gurney presenta al ex detective del departamento de Policía de Nueva York convaleciente de una herida de bala en su vieja casa de labranza a las fueras de un pueblo llamado Walnut Crossing, en los aburridos Catskills. Gurney vive “cada vez más depresivo, hostil, aislado” hasta que una vieja amiga, la periodista Connie Clarke, le pide que asesore a su hija Kim en un proyecto televisivo sobre las familias de las víctimas del Buen Pastor, un asesino en serie que mató con una Desert Eagle, un “monstruo de calibre cincuenta”, a seis personas diez años atrás. Todas ellas tenían un coche marca Mercedes de color negro, símbolo, según el Buen Pastor, de su codicia. Y Kim y Dave despiertan al “diablo enterrado” bajo este caso no resuelto, precipitándoles en una “peligrosa locura” que, sin embargo, devuelve a la vida al agriado detective.