viernes, 15 de julio de 2011

Lágrimas en la lluvia

Rosa Montero 



Seix Barral. Barcelona, 2011
477 páginas. 20 €. Libro electrónico (ePub): 13, 99 €.

En apariencia, y pese a que esta no es la primera vez que transita por la ciencia-ficción, Lágrimas en la lluvia puede parecer un volantazo en la trayectoria narrativa que ha seguido, hasta ahora, Rosa Montero (Madrid, 1951). Sin embargo, si se rasca con la uña lectora la corteza futurista que recubre su última novela, brotan las preocupaciones subyacentes en casi todas sus obras. Memoria, identidad, necesidad de los otros y, sobre todo, la muerte, enunciada en la primera línea de la primera página (“Bruna despertó
sobresaltada y recordó que iba a morir”) de esta novela con sabor a polo de limón. Fresca, agridulce y golosa hasta que llegas al palo, áspero y desabrido, del final que tiene algo de puntos suspensivos y algo quizá, también, de la urgencia que acomete a veces a los autores a la hora de echar el cierre a sus ficciones para cauterizar las heridas abiertas durante su escritura. 


Bruna Husky
, la protagonista de esta historia que hibrida la ciencia-ficción con el género policiaco, es una androide de combate devenida en detective privado que investiga la muerte de varios replicantes, en los que se detectan implantes de memoria adulterados que les inducen una especie de psicosis programada y violenta. Se trata de un ser obsesionado por la muerte porque en el año 2109, cuando transcurre la acción, los androides viven apenas diez años. Cumplido ese plazo, todos fallecen. Se pierden como las lágrimas en la lluvia del replicante protagonista de Blade Runner, cuyo parlamento final inspira el título de la novela y su reflexión sobre “la inconsistencia de la vida… De esa sutil y hermosa nimiedad que el tiempo deshacía sin dejar huella”.


Pese a la gravedad del tema que la inspira, la novela tiene un aire juguetón. Se nota que Montero disfrutó creando esta fábula política y social, esta aventura futurista por la que transitan humanos de todo pelaje, androides, mutantes, terroristas instantáneos y tiernos extraterrestres. Sin embargo, también se percibe que la vida atropelló a la autora a mitad de la escritura del libro, cuando su marido, el periodista Pablo Lizcano, enfermó y murió. Como Merlín, la pareja de Bruna Husky, que se resiste a borrar el recuerdo de su enfermedad y muerte recurriendo
a una franquicia de borradores de memoria porque “nuestra pena también es lo que somos”.

Lee las primeras páginas de la novela

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