viernes, 29 de julio de 2011

Después de la crisis

Traducción de Jordi Terré

PAIDÓS. Barcelona, 2011
176 páginas. 20  euros

Como Pierre Soulages, padre del oute-noir (ultranegro), Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, 1925) busca la luz en la oscuridad. Este ensayo ofrece una mirada tenebrosa sobre la crisis actual. 176 páginas teñidas de sombríos presagios de textura económica y social, en los que, al igual que el pintor abstracto, el sociólogo francés rastrea los tenues reflejos de luz que surgen del negro. Un color violento que incita a la interiorización y, en el caso de Touraine, reconocida “luminaria del pensamiento europeo”, a buscar la claridad secreta que emana, si se sabe mirar, de la oscuridad de la crisis.

Con trazos empastados y a veces reiterativos, Touraine concluye que el capitalismo clásico está en ruinas. A partir de ahora, nada volverá a ser que lo fue: ni los actores sociales, ni los conflictos, ni la intervención del Estado, en el sentido clásico del término. ¿Hacia dónde vamos? El Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 baraja dos posibilidades: una, “el negro futuro”. Es decir, la catástrofe, al menos en una Europa acosada por los especuladores y con un euro que se mueve por el ring financiero como un boxeador sonado. Conclusión: “la hipótesis de una nueva crisis no puede ser descartada, y eso podría conducir a un encadenamiento catastrófico de crisis”.

Segunda posibilidad: “El futuro abierto”. Aquí es donde Touraine atraviesa el muro del negro en busca de los reflejos de luz que se vislumbran en la tela social y que podrían traducirse en una refundación. La “creación de una nueva vida social, basada ya no en un redistribución de la renta nacional, sino en la consolidación de la defensa de los derechos universales del hombre como única arma posible contra el aparente triunfo de la economía globalizada”.

El autor reconoce que la construcción de este nuevo “mundo de derechos” es una tarea inmensa, como lo fue el derrocamiento de las monarquías, y advierte que “no puede llevarse a cabo por una revolución, ni tampoco por las reformas que proponen las socialdemocracias”, sino retomando “el camino original de la democracia, que va de abajo arriba”. Una democracia participativa renovada, donde Touraine confía en que emerjan “militantes y figuras ejemplares organizadas, ya no verticalmente, como los partidos y sindicatos, sino horizontalmente, por una opinión pública y por actores informados sobre todo por los medios de comunicación y por Internet, decididos a no dejar que se construya un nuevo poder todavía más autoritario que el antiguo”.

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