miércoles, 20 de febrero de 2013

Mr Gwyn

Alessandro Baricco
Traducción de Xavier González Rovira
Anagrama. 2012.
184 págs. 16.90 €

Un escritor de moda en Inglaterra llamado Jasper Gwyn camina un buen día por Londres y de repente siente la necesidad de dejar su oficio. Tiene cuarenta años, quiere enterrar su brillante carrera y lo hace. Abandona. Deja de escribir novelas no porque se le haya secado la inspiración, sino porque, como diría Bartleby, el escribiente de Melville “preferiría no hacerlo”.
El oficio de escribir se le ha hecho imposible y odia sus miserias -las reglas del juego editorial y la “exposición pública innatural” asociada a la escritura-, pero ese aislamiento del mundo literario que el protagonista vive inicialmente como un alivio le provoca poco después un vacío aterrador. Echa de menos “el cotidiano cuidado con el que poner en orden pensamientos en la forma rectilínea de una frase” así que resuelve trabajar como copista, igual que Bartleby. Un “oficio limpio”, como las lavanderías  que le gusta frecuentar a Mr Gwyn. Más concretamente, decide hacer retratos, para “llevar de regreso a casa” a la gente y doblegar su talento como escritor “hasta una posición incómoda”. Desnudar a sus retratados hasta que se les caigan los velos que los caracterizan como personajes e indagar su esencia. La historia que llevan dentro. Porque “nos quedamos parados en la idea de ser un personaje empeñado en quién sabe qué aventura, aunque sea sencillísima, pero lo que tendríamos que aprender es que nosotros somos toda la historia, no sólo ese personaje”.


© Lisbeth Salas
Y, ¿cómo es el personaje de la última novela de Alessandro Baricco (Turín, 1958) publicada en España? Como todos los bartlebys es un tipo raro, reservado, solitario, maniático, perfeccionista, “exacto, incluso en el error”, afectado por el quietismo… Jasper Gwyn busca el retorno a las esenciales artesanales de un oficio silencioso, efímero y desnudo. Como el del fabricante de las 32 bombillas que iluminan su estudio, programadas para ir apagándose, una tras otra, hasta que retratista y retratados se quedan a oscuras consigo mismos.

A Mr Gwyn le acompaña en su loco experimento Rebecca, su fiel escudera, bajo cuyo punto de vista, una vez asentado el misterio, se relata la segunda parte de esta novela, narrada al más puro estilo Baricco. De forma demorada, precisa, depurada hasta en la más mínima expresión, donde menos es siempre más, poética, con un ritmo suave… como Seda. Así es como construye el autor este delicado retrato sobre la esencia silenciosa y fugaz de un oficio, en el que se entrevén guiños o reconocimientos no solo a Melville, sino también por ejemplo a Rulfo, “el zorro más sabio”, cuyo influjo se avizora en la fantasmagórica mujer con paraguas que Mr Gwyn descubre en un ambulatorio, con la que mantiene los diálogos más vivos de esta novela.

Lee las primeras páginas de Mr Gwyn

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