jueves, 5 de mayo de 2011

¿A qué huele?

Hay acontecimientos públicos congestivos. Cuando lees los detalles de la trama Gürtel o indagas en el escándalo de los EREs, el cuerpo desarrolla mecanismos de defensa espontáneos tendentes a taponar la nariz para resguardarte del hedor. Otros sucesos, como la muerte de  Bin Laden, tienen propiedades inversas. Hoy, sin duda, se respira mejor en este mundo que hace unos días. El aire está más limpio y huele mejor, aunque en el ambiente flota un aroma molesto, que impide coger aire para lanzar el suspiro de alivio al que tenemos derecho. Será porque un Premio Nobel de la Paz ha ordenado el exterminio del architerrorista. Será porque una democracia ha recurrido al tiro en la cabeza para librarse de su peor enemigo. Será porque EE.UU siente que ha recuperado su orgullo como país con una ejecución. Será porque todos sabemos que muerto el perro, la rabia de Al Qaeda puede experimentar un peligroso repunte. ¿A qué huele? ¿A  rosas o a podrido? No lo sé, pero algo huele a una chamusquina incluso en las redes sociales, donde la gente se refugia en el humor negro –“Bin Laden ha muerto. Dejadme llevar champú en la maleta”- para salvar la confusión.

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