jueves, 14 de abril de 2011

Ropa de verano

He sacado la ropa de verano y guardado la de invierno. Tengo agujetas físicas de subir y bajar cajas de los altillos, pero lo peor son los calambres mentales fruto del  desasosiego que me provoca esta maniobra estacional porque me enfrenta al paso del tiempo: a lo que fui, a lo que soy y a la presunción de lo que sin duda seré.

 Aunque no me lo he puesto en los últimos quince inviernos, he vuelto a guardar el jersey hippy que me hizo mi madre cuando tenía diecisiete años, porque me trae recuerdos de calenturas bajo cero y hogueras nevadas. He sacado un bikini que podría usar de antifaz o muñequera. He devuelto al maletero los pantalones de cuero negro, legado de los años ochenta, y le he dado un agua a la camiseta estampada que compré el verano pasado, ideal para disimular las sabrosas alforjas que me están naciendo en las caderas.

Podría alegar que no tiro apenas nada porque realizo la operación altillo bajo los efectos del colocón que me provoca la inhalación del antipolillas pero, ¿para qué mentir? Hay cosas de las que solo me desprenderé cuando me internen en la residencia de ancianos y ya no pueda guardar lo que soy y ser lo que guardo.

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