domingo, 4 de julio de 2010

Todo para nosotros, nada para los demás

Siete y media de la mañana. Trece personas hacen cola ante la oficina del paro, que no abrirá sus puertas hasta hora y media más tarde. No han madrugado por capricho. Es la única forma de asegurarse el puesto. Si no espabilas, te quedas sin número o, lo que es lo mismo, sin poder presentar los papeles para solicitar la prestación por desempleo, así que no queda otra.

Entre los que esperan hay una joven madre que entretiene la espera hablando por el móvil para saber “si los niños se han despertado ya”. Un chaval con un monopatín bajo el brazo observa de reojo cómo su vecino juega con un iPod. Un tipo, con aspecto de oficinista, echa ojeadas envidiosas a todos los que pasan junto a la cola con el aspecto de quien va al trabajo. Observa sus pasos rápidos, sus corbatas y maletines. Los otros, los de los pasos rápidos, las corbatas y los maletines, echan una ojeada breve a los parados, porque saben que mañana les puede tocar a ellos o por esa tendencia tan humana a rehuir la desgracia, por sus reconocidas propiedades infecto-contagiosas.

Nueve de la mañana. La cola de parados da ya la vuelta a la esquina. Las puertas de la oficina se abren. Los desempleados entran al asalto. Uno de ellos pregunta, inocente, si obligatoriamente debe facilitar un número de cuenta bancaria para que le ingresen la prestación. No quiere alimentar a la bicha que nos ha metido en la crisis. Es decir, a los bancos y sus primos hermanos, los grandes fondos, que se han convertido en los amos del mundo. Porque aquí no gobierna Zapatero. Gobiernan los bancos. Zapatero solo oficia de escribiente. Redacta reformas al dictado de lo que los “mercados” ordenan, como sus colegas europeos. Y por ahora no se atisban signos de que nadie quiera o pueda desarmar al sector financiero. Ningún Felipe el Hermoso capaz de mandar a la hoguera por usura a los modernos templarios, que siguen fielmente la máxima que Adam Smith apuntó en La riqueza de las naciones allá por 1776: “Todo para nosotros y nada para los demás”.

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