Eduardo Mendoza
Planeta. Barcelona, 2010432 páginas. 21,50 euros
Riña de gatos, Madrid 1936 se ambienta en los meses previos al estallido de la guerra civil, pero no es otra novela sobre la guerra civil. Como Velázquez en su retrato del bufón Don Juan de Austria, Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) sitúa en el primer plano de la narración a un personaje bufo: Anthony Whitelands, un experto en la pintura española del Siglo de Oro, sosaina y corto de luces, que llega a Madrid con el encargo de tasar los cuadros de un aristócrata presuntamente interesado en venderlos para huir del país. Entonces, descubre un supuesto Velázquez no catalogado cuyo destino da pie a una monumental intriga, en la que participan aristócratas, falangistas, espías británicos y soviéticos, policías y generales golpistas.
En el epicentro de ella se sitúa Whitelands, una especie de Gurb llegado no del espacio, sino de Inglaterra. Un bufón despistado, tras el que Mendoza pinta con tintes parodistas y humorísticos, las turbulencias que desencadenaron la guerra. Y lo hace de la misma forma difusa con la que Velázquez pinta al fondo de su Don Juan de Austria una batalla, que “puede ser un fragmento de realidad, una alegoría, un remedo o un sueño de bufón”.
Velázquez se negaba a pintar las calamidades del mundo. Mendoza, también. Retrata el ambiente prebélico eludiendo todo dramatismo. Adopta la perspectiva aérea de un narrador omnisciente, que lo ve todo desde arriba, para guardar una deliberada distancia porque, como Velázquez, “no se siente llamado a juzgar un mundo que se ha encontrado hecho y sin remedio”.
Planeta.©Arduino Vannucchi |
Primer capítulo de Riña de gatos. Madrid 1936
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