martes, 30 de julio de 2013

Todo lo que era sólido

Foto: Elena Blanco
Antonio Muñoz Molina
Seix Barral. 2013.
253 págs. 18,50 €. E-pub: 12,99 €


Desde que comenzó la crisis, esperamos la Gran Novela española del crack. Algo así como Las uvas de la ira, de Steinbeck, en versión primera década del siglo XXI, pero no llega. Lo que sí está ya en librerías es este ensayo de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), oportuno y valiente, en el que el Príncipe de las Letras 2013, asentado desde hace años en Estados Unidos, vuelve a casa para analizar cómo hemos pasado, en tan poco tiempo, de ser el país de Jauja a ser un país en vías de subdesarrollo y advertir que todo aquello que hace solo siete años pensamos que era sólido y perdurable -la prosperidad, el bienestar, los derechos sociales, la sanidad universal, el trabajo, la propia democracia- es, en realidad, tan frágil como una delgada capa de hielo.  
Pocos intelectuales de la talla de Muñoz Molina se han arriesgado, hasta ahora, a escarbar de forma tan desinhibida en los polvos que nos traído estos lodos. Entre ellos, “la quiebra de la legalidad, la ambición de control político y la codicia, pero también la suspensión del espíritu crítico inducida por el atontamiento de las complacencias colectivas, el hábito perezoso de dar siempre la razón a los que se presentan como valedores y redentores de lo nuestro”. La “negligencia profesional, militancia sectaria y disposición cortesana” de los medios de comunicación. La incompetencia política, la corrupción, los delirios de grandeza de los cargos públicos que se creen con derecho a utilizar coches oficiales de lujo mientras escatiman medicinas necesarias a los jubilados. La reverencia servil hacia la iglesia católica y sus rituales. El desvarío nacionalista. El espejismo del dinero barato y de la burbuja inmobiliaria. La corrupción. La propensión al paroxismo de la fiesta…
Muñoz Molina arma su discurso con libertad, apoyándose en tres patas: reflexión, notas autobiográficas, en las que su habilidad narradora brilla especialmente, y algunos datos, en su dosis justa, sobre los años del pelotazo y el despilfarro. Como el mismo autor explica, escribe dejándose llevar: “El propio acto de escribir desata a la vez los argumentos y los recuerdos. La urgencia de comprender y de intentar explicarme a mí mismo el presente me devuelve fragmentos del pasado”.  El resultado es, pese a su aparente ausencia de método, una sistemática revisión no solo sobre lo ocurrido, sino  sobre sus posibles soluciones. Y ahí es, sobre todo, cuando entronca con el ideario regeneracionista al reclamar, en esencia, lo mismo que Joaquín Costa en su famoso eslogan -“Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid”-, que Muñoz Molina concreta en la defensa activa de esos derechos que consideramos sólidos, aunque datan de hace no mucho más de treinta años: “Las pocas cosas que de verdad hacen mejor la vida: el derecho a la educación pública y a la sanidad pública; el imperio de la ley; la garantía de seguir disponiendo de una vida decente en la vejez”.
En este ensayo razonado y razonable no hay gritos, grandilocuencias,  ni llamadas a las barricadas. Hay un espejo para que nos miremos en él, una propuesta de debate racional y una apuesta  por la serena rebelión imprescindible para salvar los muebles ahora que, roto el hielo, caminamos sobre una “incógnita llena de amenazas”.
Chapó.

o mira el video-tráiler de este ensayo de Muñoz Molina:
 
 

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