martes, 16 de abril de 2013

El negocio de la xenofobia. ¿Para qué sirven los controles migratorios?

Claire Rodier
Traducción de Iván Barbeitos García
Clave Intelectual. Madrid, 2013
152 páginas. 14 euros


Esta obra de la jurista francesa Claire Rodier no es un ensayo. Aquí no hay diálogo con el lector. No hay conversación. Rodier se limita a comunicar, aupada en el pedestal dogmático propio de los especialistas y técnicos en determinadas materias, sus descubrimientos sobre los beneficiaros de la política migratoria occidental: las empresas adscritas a la ‹‹economía de la seguridad››, que impulsan el blindaje de las fronteras para llenarse los bolsillos, y los políticos, interesados en presentar a los inmigrantes como delincuentes o terroristas para manipular a la opinión pública y fortalecer su legitimidad en tiempos inciertos.

Así pues, estamos ante un trabajo de investigación o informe técnico lleno de datos, sin valor estético, cuyo mayor interés reside en que Rodier cita, con nombres y apellidos, a cuantos ganan con el desarrollo de este tipo de políticas, crecientemente mercantilizadas para ahorrar costes a los estados y diluir responsabilidades en caso de incidentes. Hay empresas gestoras de centros de detención, fabricantes de armas, industria aeronáutica y de la tecnología punta…  Por ejemplo, compañías como G4S, uno de los principales subsidiarios implicados en la gestión de centros para inmigrantes y demandantes de asilo en el Reino Unido, contra la que se presentaron 48 quejas solo en 2010 por agresiones, o Serco, acusada de explotar mano de obra inmigrante. Y otras muchas más: el consorcio europeo EADS, Thales, Finmeccanica, Indra, Siemens, Ericsson… Firmas que, según Rodier, podríamos englobar bajo el genérico Inmigración S.A., entre las que se reparte el pastel de la vigilancia de fronteras con discreción, sin tener en cuenta los dramas humanos ligados a la inmigración irregular.
 

Claire Rodier.
Tras una introducción correcta, y cuatro capítulos de interés abordados sin embargo al estilo de los informes de las ONG (Rodier trabaja para una asociación no lucrativa llamada Grupo de Información y Apoyo a los Inmigrantes), la autora alcanza una conclusión más bien pobre, sin pistas apenas para solventar los problemas que plantea ni propuestas para profundizar en su análisis.

En conclusión, un informe ideal para lectores pasivos amantes de la reflexión masticada.

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