jueves, 3 de noviembre de 2011

El Método

Juli Zeh
Mondadori. Barcelona, 2011
256 páginas. 18,90 €. EPUB: 12,99 €.

La acción transcurre en 2057. Juli Zeh (Bonn, 1974) dibuja un mundo gobernado por el Método, un “sistema pulcro” que garantiza la salud de los ciudadanos mediante un control estricto de sus vidas, obligándoles a someterse a exámenes médicos, presentar informes de las horas de sueño y de los hábitos alimenticios, realizar entrenamiento deportivo… El Método analiza la orina de cada individuo en su casa, prohíbe morderse las uñas por el peligro séptico que comporta y determina la idoneidad o no de una pareja en función de su compatibilidad inmunológica. Las personas solo pueden circular por zonas controladas libres de bacterias y fumar un cigarrillo es un delito que se sanciona con dos años en libertad condicional. Dios, la libertad individual y el sentimiento han muerto en este mundo gobernado por la razón, que ha convertido al cuerpo en “templo y altar, ídolo y ofrenda”. Sin embargo, pese a esta desazonadora perspectiva, El Método no es una novela de ciencia-ficción. A Zeh no le interesa elucubrar sobre el futuro, sino alertarnos sobre la deriva totalitaria de las sociedades desarrolladas actuales que viven bajo la ilusión neurótica de la salud y la juventud y que anteponen la seguridad a la libertad individual. Así pues, se trata de una novela política, concebida como señal de peligro, sobre nuestro presente. Y por eso el narrador utiliza el presente gramatical para contarnos esta historia, que se enmarca en la tradición distópica de clásicos como Un mundo feliz, 1984 o Fahrenheit 451.

Aquí, la protagonista es Mia Holl, una prestigiosa bióloga condenada a congelación durante un tiempo indefinido por actividades contrarias al Método y terrorismo. La novela desentraña el proceso que convierte a Mia, una científica racional afecta al Método, en un virus de inconformidad que amenaza el sistema. El origen de ese cambio se encuentra en el procesamiento y muerte de su hermano Moritz, un ser libre, inmune al miedo, peligrosamente diferente. Este hecho fisura las plácidas convicciones de la bióloga, quien, a la vista de la “putrefacción interior” del sistema, se va alejando poco a poco de la “normalidad” hasta quedarse sola.
Lo más interesante de la obra es el diálogo que Juli Zeh establece con el lector para que, como Mia Holl, pierda el miedo, deje de encogerse de hombros y se posicione ante la realidad que le rodea. También, la atmósfera blanca, aséptica, que la autora logra recrear y que impregna, como el aroma irrespirable de un desinfectante, la trama, urdida con efectiva pulcritud. Menos convincente resulta la relación de Mia con su antagonista, el demasiado malvado periodista Kramer y la lucha del “intelecto contra el sentimiento” que ambos encarnan.

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