viernes, 13 de mayo de 2011

Libros electrónicos

La pasada Navidad me regalaron un libro electrónico. Desde entonces, no he conseguido leer ni un solo libro en formato digital porque las editoriales apenas comercializan títulos interesantes y porque, pese a que muchos están disponibles en internet, me niego por principios a piratear contenidos culturales. Así pues, mi precioso e-book coge polvo en la estantería de mi despacho, a la espera de que sufra una regresión que me despierte el interés por releer a Mark Twain o Julio Verne, cuyos textos venían insertos en las tripas de la tarjeta  que acompaña al aparato en cuestión, deprimido por su inutilidad, como una tele sin películas o una lavadora sin ropa que lavar.

De cada libro, los escritores solo nos quedamos con entre un 8% y un 10% del precio de venta al público. Las distribuidoras, con entre el 52% y el 55%. Los libreros, con el 25%. Por eso  se resisten a divulgar libros digitales que, sin embargo, arrasan en EE.UU. Los editores/distribuidores están cayendo en los mismos errores que cometieron la industria de la música y el cine. Por eso, los lectores buscan en internet lo que la industria editorial les niega. Luego, que no se quejen…

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