jueves, 24 de marzo de 2011

Machotes de papel

La humareda levantada por los ataques aéreos contra el sátrapa Gadafi oculta, poco a poco, la nube radiactiva de Fukushima, aunque la catástrofe japonesa sigue alimentando a columnistas y radiopredicadores de todo signo, como Fernando Sánchez Dragó quien, en un artículo publicado en El Mundo bajo el título “El día en el que bailé de culo”, se atreve a llamar “ratas” y “cobardes” a los extranjeros que han decidido salir de Japón hasta que la situación se aclare. ¿Quién se cree que es, quiénes se creen que son, estos opinadores mediáticos para anatemizar conductas ajenas, basadas en el miedo lícito? Porque el  miedo de los extranjeros en fuga, que bien podría ser el mío si me encontrara en su situación, no daña a terceros. Es el miedo de los millones de refugiados y desplazados que hay en el mundo. De los que huyen de las guerras, la persecución o las catástrofes. Su  miedo no es doloso o culpable. Es puro instinto de conservación, digan lo que digan los machotes de papel,  proclives a golpearse el pecho, como orangutanes, para intimidar al contrario o fardar de una testosterona tarzanesca que hoy, a las janes del mundo, nos mata de risa.

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