El hombre caracol camina pegado a la pared de una plaza helada y nocturna. Un perro se acerca a su sombra, pero cuando está a punto de pisarla, cambia de rumbo, atraído por otro rastro. El hombre se detiene. Mira una esquina en la que le espera, al resguardo del viento, un ataúd de cartón. Deja sus bolsas en el suelo y se mete dentro lentamente. Primero las piernas. Luego, el tronco. Finalmente, la cabeza.
Una vez embalado, saca una mano y tira de sus cosas hacia dentro. El ataúd oscila un poco. Se agita con el movimiento interior del hombre, hasta que su mano borrosa emerge de nuevo para cerrar la tapa y todo se queda quieto y en silencio. Entonces, el perro se acerca de nuevo. Olisquea, como si dudara, y finalmente se decide. Levanta la pata y orina en el centro de una palabra, grabada en rojo, que dice ‹‹FRÁGIL››. Está a punto de regar ‹‹Made in Spain››, cuando se oye un silbido. El perro yergue las orejas. Busca a su dueño. Corre a su lado. El amo premia su obediencia acariciándole la cabeza. El perro le lame la mano y se deja poner la correa. Amo y perro se alejan, alegres, camino de una casa de ojos cerrados y entrañas calientes.
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